sábado, 18 de mayo de 2013

¡ULTREIA!

ULTREIA: también se dice "ultreya" es el saludo que se hacen los peregrinos del Camino de Santiago al encontrarse o despedirse, aunque el saludo más extendido sea "Buen camino".
Esta palabra de ultreia que viene a significar "sigue adelante", "ánimo vamos más allá"; más que un saludo es una expresión de estimulo, incitación, de infundir aliento, fuerza, vigor, etc., siendo la expresión -buen camino- un saludo o una forma de despedirse al cruzarse o encontrarse un peregrino frente a otro.



Polvo, barro, sol y lluvia, es el Camino de Santiago.
Millares de peregrinos y más de un millar de años.

-Peregrino, ¿quien te llama?, ¿qué fuerza oculta te trae?

Ni el campo de las estrellas, ni las grandes catedrales.
No es la bravura navarra, ni el vino de los riojanos, ni los mariscos gallegos, ni los campos castellanos.

-Peregrino, ¿quien te llama?, ¿qué fuerza oculta te trae?

Ni las gentes del camino, ni las costumbres rurales.
No es la historia y la cultura, ni el gallo de la Calzada, ni el palacio de Gaudí, ni el castillo de Ponferrada.

-Peregrino, ¿quien te llama?, ¿qué fuerza oculta te trae?

Todo lo veo al pasar y es un gozo verlo todo, más la voz que a mi me llama, la siento mucho más honda.
La fuerza que a mi me atrae, no se explicarla ni yo,  ¡Solo el de arriba lo sabe!
(E.G.B.)



Todo peregrino que sienta lo que está realizando, lleva un pequeño diario donde va narrando todo aquello que ve, que vive, que siente, que experimenta etc., y en este momento estoy leyendo el mio y se me ha ocurrido compartirlo contigo.

Estoy repasando una pequeña libreta de muelle de alambre, donde apuntaba día a día todo lo acaecido en el camino, recorridos, pensamientos, cansancio, dolor, emociones, vivencias, etc., en ella reflejaba todo lo que vivía, lo que pensaba, lo que sentía y quiero copiarte un trocito de ese camino, el día a día de este peregrino.

En esta primera vez, porque a día de hoy llevo siete caminos realizados y no sé cuando cerraré la última hoja de este libro. Esta primera vez fué un camino de prueba, un no sé... porqué fuí, creo que tan solo por acompañar a un compañero de trabajo y por saber que era eso del Camino de Santiago, que tanto anunciaba la televisión.

Bueno este primer camino durará unos 8 días aproximadamente y voy a compartirlos contigo, ¡haber que te parece y si puedes vivirlo a la vez que lo lees y ves las fotos.

¡Es una experiencia única!







 SEPTIEMBRE DEL 2001



Llevábamos un tiempo mi compañero de trabajo y yo, hablando de la posibilidad de hacer una parte del Camino de Santiago.
Me sonaba vagamente la existencia del Camino de Santiago, ya que había oído algo de el en televisión, había visto algún reportaje del mismo y de la gente que lo hacía, pero nunca me había planteado el hacerlo.
Bueno; una vez que decidimos probar y después de buscar mayor información sobre el mismo, comenzamos por hacerlos la credencial que nos permitiera introducirnos como peregrinos en este camino y nos facilitase la estancia en los distintos albergues.
Nos presentamos en la sede del Palacio Episcopal y compramos este documento que nos sellarón por primera vez en nuestra catedral de Murcia.
Pocos días después partimos hacía Ponferrada, ya que inicialmente pensamos realizar un pequeño tramo de este camino; queríamos empezar por algo fácil y corto, no sea que no nos gustase o se nos empalagase tanto camino.
Pensamos que para empezar estaba bastante bien un recorrido de 202 kilómetros.     Es decir; desde Ponferrada hasta Santiago de Compostela.
El 16 de septiembre salimos muy temprano de Murcia en el coche de mi compañero, el recorrido fué fácil, cómodo y entretenido.
Habíamos pensado en dejar el vehículo en el parque de bomberos, aprovechando eso que se llama "compañerismo entre colegas".
Llegamos a Ponferrada por la tarde, lo primero fué ir al albergue de peregrinos de San Nicolas de Flüe y registrarnos como peregrinos que iniciaban el camino en dicho lugar.
Nos sorprendió el albergue, nos encantó sus hospitaleros voluntarios, nos sedujo su ambiente de peregrinos; nunca habíamos estado en un albergue.
Después de esto nos fuimos a dejar el coche en el parque de bomberos de Ponferrada, donde fuimos recibidos y tratados de una forma encantadora.
Dejamos el coche y en uno de la dotación tuvierón la amabilidad de acercaros de nuevo al albergue.
Nos habían hablado mucho del castillo templario de Ponferrada, por lo que en cuanto pudimos nos acercamos a el y lo visitamos.
Esta primera vez solo lo visité, en ocasiones posteriores a parte de visitarlo puedo decir que experimenté algunas sensaciones anómalas, que en su momento explicaré, ya que a lo largo del segundo y tercer camino, experimente sensaciones y vivencias fuera de lo normal, que no "anormales".
Después de cenar, que no recuerdo donde, volvimos al albergue y tras preparar la enorme mochila para el dia siguiente, nos acostamos.
Al día siguiente nos despertarón muy temprano unos ruidos de bolsas de plástico, de mochilas, botas, bastones, de gente que intentando no hacer ruido iban de aquí para allá, preparándose para comenzar a andar esa mañana lo antes posible.
Comenzamos esa mañana con mucha ilusión y júbilo contagiado por los otros peregrinos, anduvimos por los viñedos de la zona del Bierzo, cuidamos de nuestros pies para evitar las temibles ampollas.
Para evitar estas ampollas, habíamos oído que era bueno embadurnarte ambos pies con vaselina antes de comenzar la mañana, y eso hicimos durante este y todos los demás caminos que he realizado, y te puedo decir -que es mano de santo-, en ninguno de ellos tuve la más mínima ampolla.
Llegamos a Villafranca del Bierzo, comimos en su plaza mayor bajo unos soportales y decidimos quedarnos en el albergue del Jato, junto a la Iglesia de Santiago con su puerta del Perdón.
En principio y como teníamos previsto queríamos quedarnos a descansar en este albergue del "Jato", pero después de verlo y hablar un ratico con su hospitalero y dueño, decidimos a pesar del cansancio continuar hasta Pereje y hacer noche allí.
¡ Fue un acierto!




El camino hasta Pereje fue duro, porque a demás de ir con la barriga bastante llena, el recorrido fue casi todo de carretera asfaltada, no dejaban de pasar camiones a toda velocidad muy cerca de nosotros, incluso en ocasiones tuvimos que salirnos de la misma y refugiarnos detrás de los guardamiedos, en un pequeño espacio que había entre ellos y un barranco enorme, ¡ah eso sí! los paisajes que nos rodeaban eran preciosos, verde por todos lados y frondosos bosques de árboles.
El albergue es acogedor, tiene un jardín con barbacoa, un pequeño kiosko, buenas duchas de agua caliente,   buenas camas con sábanas limpias, etc., en general un buen lugar para descansar.
Después de la ducha me fui al jardín a relajarme un poco, a pensar en lo que estaba viviendo y como hasta ahora lo estaba disfrutando.
Otro buen consejo para el peregrino, es después de la ducha y bien secos los pies, darte fricciones con alcohol de romero; reacircula la sangre y seca cualquier rozadura que puedas tener, y te puedo decir -que es mano de santo.
Esa noche cenamos junto al kiosko los dos solos, ya que no había nadie más en el albergue e hicimos muy buenas migas con el hospitalero, creo recordar que su nombre era Domingo.    Al principio todo muy bien, buena y abundante comida, no faltaba cerveza, todo normalmente servido por Domingo, pero poco a poco fuimos tomando confianza y haciéndonos colegas.   Pasado un rato nos invitó a una botella de buen vino, la terminamos y nos ofrecimos a pagar nosotros otra botella del mismo vino, botella que se terminó un poco antes que la anterior y nueva oferta de Domingo, otra botella de este maravilloso caldo.    Entre botella y botella fue subiendo la euforia, las risas, las confidencias, las anécdotas,  los chistes verdes, etc., acabamos siendo los mejore colegas que han existido.


Al día siguiente salimos muy tempranito y con algo de resaca, menos mal que la mañana era fresca y permitía progresar sin demasiado esfuerzo.
Bueno, eso fue al principio ya que en esta jornada teníamos programado subir el alto de Piedrafita y eso si son palabras mayores.


Antes de empezar a subir el alto de Piedrafita  pasamos por unos pequeños, tranquilos y casi deshabitados pueblecitos.
Pasamos la localidad de las Herrerías, Vega de Valcarce con su río de igual nombre, todo este camino muy fácil y de una belleza natural extrema, pero nada más pasar esta última pedanía, comienza una pendiente ascendente que no cesa hasta llegar a O'Cebreiro.




O'CEBREIRO:
Es un lugar de paso y parada obligatoría, es un antiguo poblado celta, reconvertido en la actualidad en un lugar para dar servicio al peregrino.
En este lugar podemos ver las típicas "Pallozas", casas de piedra, de forma redonda y con el techo de paja.
Descansamos en este bellísimo lugar y visitamos la Iglesia de Santa María la Real.


Aquí pudimos observar el Santo Grial, dicen que hay tres en todo el mundo, uno en Roma, otro en Valencia y este de O'Cebreiro.
En esta iglesia dicen, tuvo lugar el milagro del Santo Grial.
Un día del siglo XIV —otros dicen que en el siglo XIII—, en el que la nieve borraba los caminos, un vecino de Barxamaior, sintió el deseo de oír misa y, sin reparar en el tiempo que hacía y el difícil camino, se dirigió al monasterio del Cebreiro; el frío no le contenía, la tormenta de nieve desencadenada le daba fuerzas hasta que por fin llegó al templo, cansado y empapado, sin apenas aliento. Un monje de Aurillac menospreció el sacrificio del campesino, se mofó del esfuerzo realizado y le dijo que una misa no merecía tanto. La falta de fe del monje se estrelló ante la firmeza de fe del campesino.


Comenzó la Santa Misa. El monje que la oficiaba y que se burló del campesino, no olvidaba el incidente. En el momento de la Consagración el monje percibió asombrado, cómo la Hostia se convertía en carne sensible a la vista, y el vino que contenía el Cáliz, en sangre… En sangre que hervía, rebosaba el Cáliz, y teñía los corporales. El monje no sabía qué decir, y como un nuevo santo Tomás murmuró, arrepentido: Señor mío, y Dios mío.
Los cuatro o cinco testigos que estabann en el templo contemplaron el prodigio. El campesino de Barxamaior comprendió el premio que tuvo su sacrificio y el monje lamentó su falta de fe.
El prodigio se difundió de pueblo en pueblo de Galicia, y de nación en nación por toda Europa. Los romeros que iban a Compostela desviaban un momento su camino para ir a O Cebreiro y saber del milagro y donde se había producido.
En el año 1486 llegaron a O Cebreiro, peregrinos a Compostela, los Reyes Católicos, hospedándose en el monasterio. Querían conocer qué había sucedido en la Santa Misa, querían saber del prodigio. Los monjes les mostraron los corporales con la sangre que había quedado en el Cáliz y la Hostia en la patena. Como recuerdo de la visita donaron el relicario donde se ha guardado el milagro hasta nuestros días.

Oh María, Madre de Dios y madre nuestra: A tí acudo con singular confianza y con el espíritu con que tantos hijos tuyos te veneran en el santuario de O Cebreiro, bajo la advocación de Santa María La Real.

Nos sorprendió este lugar, ya que está muy preparado para atender al peregrino, tiene varios albergues, hostales, establecimientos gastronomicos, tiendas de comida y suvenires, etc.


Dejamos el poblado celta de O'Cebreiro y seguimos una carretera asfaltada descendente hasta el albergue de Hospital Da Condesa.
En este pequeño y confortable albergue, con una buena cocina, una pequeña pila para lavar la ropa, pasamos la noche.   Antes de llegar a el, compramos algo de comida en un establecimiento que hay en la carretera y que está bien surtido, ya que en las proximidades del albergue no hay donde adquirir nada.
A ultima hora de la tarde llega un peregrino que en principio no me gustó su aspecto.   Un peregrino que no tuvo la precaución de llevar comida, pero que salió muy decidido a buscar alimentos por las casas proximas al albergue, finalmente llegó con unos huevos, algo de queso fresco y un trozo de pan. ¡La generosidad de la gente del camino!
Recuerdo una peregrina que salio a eso de las 5 de la mañana, porque decía que le gustaba andar temprano para llegar y encontrar sitio en el siguiente albergue.   A eso de las 7,30 bajamos nosotros y aún estaba esta peregrina en la puerta, no se atrevía a salir porque le daba miedo unos ladridos de unos perros. ¡No por mucho madrugar se llega antes!
Comenzé el camino esa mañana con un pensamiento; ¿Qué hago aquí yo?
Creo que el cansancio junto con la falta de sueño y mal comer, produjo en mi una pequeña depresión que me creó durante ese día un mal carácter y un mal hacer, durante casi todo el día retumbaba en mi cabeza esa duda; ¿Qué hago aquí yo?
Creo que todo peregrino en el tercer o cuarto día de su camino se hacen esta misma pregunta y la inmensa mayoría encuentra la respuesta continuando el camino.



Subimos hasta el alto del Poio (Lugo), aquí vi una figura de un peregrino que sujetándose el gorro y con su túnica al viento, intentaba avanzar. Estatua muy real, ya que fue duro el paso por este alto debido al fuerte viento que reinaba.
Aquí paramos en un bar que nos encontramos a la izquierda de la carretera y entablamos una amena conversación con su dueña, la cual nos dio la dirección de un lugar para comer en Samos, el próximo lugar donde pararíamos. ¡ Fue otro acierto!



La bajada desde Hospital Da Condesa hasta Samos, fue un trayecto precioso, trascurre entre bosques, corredoiras, zonas espesas de bosques, etc., recuerdo con mucho agrado este tramo de camino.
Cuando llegamos a Samos el albergue estaba cerrado y como era una hora de alimentarse, fuimos a buscar ese local tan especial que nos había aconsejado la dueña del bar de lo Poyo.
Este restaurante se llama "El Gallo", muy aconsejable.   A parte de que estábamos hambrientos, el local te ponía unas tablas de carne a la brasa, que era imposible acabar con todo, aún así, el dueño pasaba de vez e cando por si alguien quería más. ¡ufffff; imposible!
Por el contrarío el albergue no me gustó nada de nada, era una nave lateral de este monasterio de Samos, repleto de literas de catres, con unos colchones asquerosos, con muelles de hierro enrobinados, dos duchas de agua fría para más de 100 peregrinos.  ¡Creo que ha sido el único albergue que no he dejado donativo!
Por el contrario me gustó la visita al interior de la Abadía Benedictina de San Julián y Santa Basilisa mismo y sobre todo los cánticos de los abades en sus laudes y vísperas.


El día siguiente amaneció con niebla y un constante calabobos.  - Comienzo a saber porqué estoy aquí.


Pasamos Triacastela y me acordé de mi compañero Guillermo, que había realizado este camino el año anterior y me comentó que había dormido encima de una lápida en el cementerio de este pueblo.
Este compañero vino al camino en busca de algo superfluo, banal y no lo encontró, jamás volvió ni quiso oír hablar del camino.


Pasamos Triacastela, el puente sobre el embalse de Belesar, descansamos y comimos algo sentados en el césped de un jardín de Portomarín.
A eso de las 11 de la mañana llegamos a Melide.     Nos habían hablado de la pulpería de Ezequiel en esta población y no tardamos en encontrarnos frente a su puerta.
Entramos y sería largo de explicar lo que allí vivimos, nos juntamos con varios grupos de peregrinos, pedimos las típicas tablas de pulpo gallego con patatas. vino de Ribeiro y café de olla con orujo.   No sé el tiempo que estuvimos allí, no sé lo que pude comer o beber, no sé quien pago o como lo pagamos, tan solo recuerdo lo bien que lo pasé y lo contento que salí de ese lugar.
Recuerdo que a mi compañero se le rompió la correo de su reloj, buscamos una relojería en Melide, le arreglarón la correa y al pedirle el precio, nos dijo con una gran sonrisa en la boca: "los peregrinos no pagan en este local"   

Con una efímera borrachera que desapareció a lo largo del trecho que nos quedaba hasta llegar a Ribadixo de Abajo, nos pusimos en marcha, no sin algunas dificultades para encontrar y seguir la flecha amarilla.
En este tramo hasta llegar a Santiago de Compostela,  nos juntamos con un buen grupo de peregrinos, con los cuales hicimos muy buena amistad y que tendremos siempre un buen recuerdo de ellos.


En Palas de Rei conocimos a un profesor de español de Malta, Simón era su nombre, que venía haciendo el camino desde Roncesvalles y llevaba un esguince en uno de los piés, aún así acabó el camino y nos dejó un buen recuerdo.
Me acuerdo que no llevaba ropa deportiva ni cómoda, sino una camisa y un pantalón de vestir y en vez de poncho o impermeable, portaba un paragüas.


Conocimos unas simpáticas empujadoras, así se presentarón ellas, nosotros al principio con la duda y la mosca detrás de la oreja por ese trabajo, finalmente y al ver nuestra expresión, nos explicarón que se dedicaban a empujar camillas, trabajaban de celadoras en un hospital.






Pasamos la última noche en Monte Do Gozo, una especie de gran campo de concentración lleno de barracones, pero eso es lo que parece, luego es un lugar encantador para descansar y llegar a día siguiente repleto de energía a Santiago de Compostela.
Recuerdo que me fui con las empujadoras a tumbarme en un enorme prado, donde acostados vimos una maravillosa puesta de sol.
Esa noche mi compañero y yo vivimos un hecho un tanto especial, uno de tantos que he vivido a lo largo de todos estos caminos.
Os explico; nos había tocado compartir la habitación, con dos chicas jóvenes italianas y un hombre mayor de Francia.
Una de las chicas no se encontraba bien, tenía algo de fiebre y no paraba de toser, una tos dura, profunda, constante y sobre todo molesta para ella.
Al rato de estar todos acostado y en silencio, escuchamos al francés decirle a la chica si quería que este le ayudara a sanar y descansar esa noche.
Ella con algo de desconfianza le contestó que si él podía,  por ella no había inconveniente en que lo intentará.
Le pidió que se descubriera la espalda y le puso sus manos sobre los omóplatos, pasarón unos minutos en los que no ocurría nada, llegamos a pensar que intentaba aprovecharse de la italiana, pero esta poco a poco fue cesando en su ritmo de tos, en la intensidad de la misma, se le quitó la fiebre, el dolor de cabeza le desapareció y quedó muy tranquila hasta el día siguiente.



La entrada a la plaza de Obradoiro en Santiago de Compostela fue apoteósica.
Quise llegar de día, descansado y limpio, quería disfrutar de esta recompensa después de un largo camino, quería empaparme de todo, memorizar cada rincón, cada persona, cada momento, sentir la emoción de la llegada, del fin de esta maravillosa experiencia.
 El sentimiento de felicidad fue explosivo, intenso, profundo, algo irrepetible, fue la contestación a esa pregunnta de:                           ¿Qué hago aquí yo?






Tal y como estábamos volviendo en tren a Ponferrada para recoger el vehículo, le dije a mi compañero; -esto del camino ha sido una experiencia inolvidable y quiero volver pero esta vez para hacerlo entero.













JUNIO DEL 2002

CON LLANTO REGUÉ MI CUNA,
TORMENTO MI VIDA FUE,
AQUÍ POR FIN DESCANSÉ.

(Epitafio que se encontraba en la puerta del cementerio, a la salida de Pendueles (Asturias)






¡Efectivamente al año siguiente volví para intentar hacerlo en su totalidad, desde Roncesvalles a Santiago de Compostela, con un total de 775 kilómetros.





El día 21 de junio del 2002, llegué a Pamplona a eso de las 06.45 de la mañana  la estación de autobuses se encontraba casi vacía.  Mi otro autobús de la compañía "La Montañesa" que me llevaría por la tarde a Roncesvalles, no salía hasta las 16.30, ¿qué hago durante todo el día en una ciudad que no conozco?

En principio pensé en ocupar el tiempo haciendo algo de turismo, dejé la mochila en la consigna y me fuí a la cafetería de la estación a desayunar.
Después de esto comencé a pasear por la ciudad, primeramente pasé por los jardines de la zona amurallada mandada hacer por Carlomagno en el 779, lo que llamaba La Ciudadela.   Como andaba bastante cansado del viaje y poco había dormido durante el, ya que casi todo el viaje fue por la noche, me recosté en el césped y bajo un enorme árbol, el sol empezaba a  calentar y me entró un aturdimiento que me hizo dormir durante un par de horas que me sentarón muy bien.
Después de esto visité la Catedral, su museo, varias iglesias, paseé por las calles de San Javier, San José, San Antón, anduve por el casco antiguo, la calle estafeta, recorrí el paseo que desembocaba en el Ayuntamiento (caballo blanco), etc.
Comí en el restaurante de la estación de autobuses y ya solo me quedó esperar el autobús que me llevará hasta Roncesvalles.
Se llenarón 2 autobuses de peregrinos, a mi me tocó uno sin aíre acondicionado, el paisaje hasta Roncesvalles precioso, pero perdió parte de su encanto por el calor que pasé durante el viaje.
La acogida en el albergue de este lugar fue un poco "escolar" y muy organizada. El albergue bien, ducha de agua caliente y a eso de las 20.00 a la misa del peregrino, me sorprendió la belleza del lugar "La Colegiata de Roncesvalles", al final de la misa los peregrinos nos acercamos al altar y nos bendijerón en varios idiomas.
Cené en el restaurante "La Posada" el famoso menú del peregrino, macarrones  pescado, helado, agua y vino, todo ello por 6 €.  No me gusto el menú, pero había que comer algo para coger fuerzas para el día siguiente.


Al día siguiente nos levantamos todos a las 06.00, ¡menudo madrugón!; después de recoger todo con prisas,  ¿no sé porqué?, salgo de Roncesvalles a eso de las 07:00.
En principio comienzo este camino junto con 3 chicas de Cataluña, que conocí durante la cena del día anterior, Ana, Tere y Monse.
Andamos hasta Zubiri y en un supermercado compramos nuestra primera comida, bocadillo y algo de fruta, la comimos sentados en el suelo de un jardín.
Después de unas 7,15 horas de andar llegamos a Larrasoaña.   Pueblecito agradable, el albergue bastante bien, su hospitalero se llama Santiago Zubiri, una persona simpática pero muy despistada.  La estancia me cuesta 5 €.


Mis compañeras y yo dormimos en la misma habitación, luego se nos acopla Chang e Inma, esta es de Yecla.
Con respecto de mis tres nuevas amigas catalanas, me dá la impresión a veces de que voy de pegote, pero quiero pensar que el camino es así, conoces gente que llevan tu mismo ritmo y simplemente te acoplas a ellas.
Son agradables y me están haciendo fácil estas primeras jornadas del camino. Tere es la más responsable y afable del grupo; Ana, fuerte, agradable, simpática, de fácil convivencia; Monse, al principio más reservada, aunque poco a poco se descubre en ella una feminidad, una simpatía, una delicadeza, que le dá una imagen de frágil, parece que se va a romper al mirarla.

Al día siguiente 24 de junio,  nos levantamos muy tempranito a eso de las 06:30, he pasado buena noche, aunque he pasado algo de calor, aun así he dormido bien y he descansado.
Desayunamos en el único bar que hay en este lugar, donde también cenamos el día anterior.  Su camarero un  tío muy alto y delgado, lo bautizamos como el -botones Sacarino.   No me gustó este local, malo y caro.
A las 7.30 ya estamos andando de nuevo, pasamos Zuriain, Irotz, Arieta, etc.    El camino me encanta, todo a mi alrededor es de color verde, un contraste con mi tierra murciana,  pasamos por infinidad de corredoiras, ríos, humedad por todas partes, etc.
Llegamos a Pamplona muy frescos y sellamos en la Catedral.   Me encuentro con un grupo de compañeros bomberos frente al Ayuntamento.   Están revindicando prácticamente lo mismo que nosotros en Murcia.

Tomamos una cerveza y hacemos la compra en una tienda, para continuación seguir camino hacía Zizur Menor.




Me llama la antención un pequeño castillo con una gran bandera con la cruz de Malta.
Este castillo pertenece a la Orden Militar de San Juan.
El Albergue esta muy nuevo por dentro, amplio, limpio, una buena cocina y la hospitalera muy agradable y servicial.
Nos aseamos y descansamos, poco después salimos a conocer esta pueblecito, cenamos en el bar que hay a unos 200 metros del albergue.
Antes de la cena nos tomamos unos potes (vinos).
Volvemos al albergue, recojo la ropa que había lavado anteriormente y al saco.
Al día siguiente 25 de junio, nos levantamos como siempre muy temprano a eso de las 06.15, a esta hora gran parte de los peregrinos ya se han marchado, pienso ¡que para qué tanto correr, el camino está ahí!
La idea de hoy es llegar hasta Puente de la Reina, con un total de unos 23,5 kilómetros.   No parece mucho, pero llegué bastante cansado.
Desayunamos en el albergue con un café de máquina y una barrita energética que me dá Ana.
Comenzamos el camino y pronto llegamos a la subida al Alto del Perdón.


Me habían asustado con esta subida, pero no es para tanto.   El problema es que comienza a dolerme la hernia, creo que de un momento a otro me va a dar una lumbalgía y me quedaré tirado en cualquier sitio.
En un momento de descanso me tomo un antiinflamatorio "Algiasdín 600", pensando en esta posibilidad iba preparado.    También pienso que voy muy cargado y en la primera papelera que encuentro comienzo a dejar algo de ropa, comida, etc., peso que llevaba de más.   Quiero dejar hasta las zapatillas de deporte, pero me convence Ana de que me pueden hacer falta después y tiene razón.
La bajada desde el Alto del Perdón es de piedras sueltas y llevo cuidado por si tengo una torcedura.
Tere va un tanto mal, comienzan a salirle algunas ampollas  va cansada, pero a pesar de ello la ruta se desarrolla bastante bien.



Nos salimos del camino oficial y nos acercamos a la Iglesia de Eunate (significa 100 puertas)
Una de las iglesias más bellas del Camino de Santiago,  sencilla, original y misteriosa.
Según dice la tradición, hay que darle 3 vueltas por el pasillo interior y descalzo, con el fin de recargarte de energía y antes de entrar en su interior,  al salir nunca debes darle la espalda a la Virgen.
Se alza solitaria en una llanura antes de llegar a Puente de la Reina.
Su planta es octogonal, creo que es el número significativo de los Templarios, de hecho es una iglesia hecha por ellos allá por el 1170.
Sellamos y después de unas fotos, reiniciamos el camino hacía Öbanos.
-Me impresiona este lugar y comienza a picarme el gusanito del tema Templario.

Llegamos a Obanos a eso del medio dia y tras subir una gran cuesta con un sol de justicia, decidimos buscar un lugar para comer.
Lo hacemos en un restaurante del pueblo, rápido y no muy caro, lentejas, trucha con jamón y una cuajada de postre, cerveza, agua y café, todo ello por 9 €, ¡qué más se puede pedir por ese precio!
Continuamos andando hasta llegar a Puente de la Reina, llegamos a un albergue bastante bueno, amplio, con todos los servicios, un gran patio para tender la ropa y tumbarse al sol a darse fricciones de alcohol de romero.
Ducha, colada, preparar la mochila y tumbarse en el césped a meditar..., mañana tengo la intención, si la espalda me lo permite,  de ir hasta Arcos, son unos 42 kilómetros, aproximadamente unas 10 horas de camino, me encuentro fuerte y ese pensamiento del tercer día de ¿Qué hago aqui yo?, ya sé la respuesta, así que no me preocupa.
Tengo pensado descargar algo más de la mochila, creo que dejaré unas camisetas, la sudadera y las zapatillas de deporte, me dá pena pero tengo que alijerar peso.    Al tiempo aprendí que solo hay que llevar el 10% del peso de la persona, si yo peso 95 kilós, no debo de llevar más de 10 kilos de peso en la mochila.
No sé si me aguantará la espalda, los pies de momento los llevo perfectamente.
Tere, Monse y Ana, se encargarón de comprar y preparar la cena (bocadillo de jamón y queso, de postre arróz con leche), tras la cena salimos a darnos un paseo por el pueblo y hacer algo de turismo; vemos la Iglesia de Santiago ¡preciosa!, visitamos el puente de la reina y nos sentamos a tomarnos un refresco en la plaza del pueblo, ¡no sé porque no disfruto de este momento!.
Empiezo a pensar en dejar atrás a mis tres amigas, comienzan a ser un lastre para mi y pretendo volar a  mayor velocidad, probarme hasta donde soy capaz de llegar.
Me acuesto y espero la próxima jornada, en la que decido sea larga con el fin de dejar atrás a mis amigas catalanas, ya que si no me retrasarían más de lo que quiero.


Me levanto esta mañana del 26 de junio con fuerza, entusiasmo y con ganas de salir ya, he dormido mucho y bien.
Hoy pretendo hacer una etapa larga, una etapa que si la termino significará que estoy fuerte y preparado para las siguientes y al ritmo que yo quiera ponerle, pretendo hacer la etapa de Puente de la Reina - Los Arcos, un total de 43,5 kilómetros.
Desayunamos todo el grupo en una cafetería que encontramos abierta cerca del albergue y tras el café con leche y 2 croysans me despido de ellas, les digo que nos veremos en el siguiente albergue, pero en mi interior sabía que no volvería a verlas, en una jornada mía, haría dos de las de ellas.


Inicio la etapa en solitario, cruzo el famoso puente de esta localidad de Puente de la Reina y rápidamente la voy dejando atrás  inicio un ritmo fuerte y en solitario.
Pronto comienzo  a adelantar a esos peregrinos que han salido antes que yo, paso a "la Rubia", al grupo de Patricio, a la familia con 5 hijos que conocí en Obanos y así uno tras otro fuerón quedando en el recuerdo.
Antes de llegar a la pedanía de Lorca ya voy solo, me ha entusiasmado el tramo que he realizado por la antigua vía romana.
- Llevo un ritmo frenético.
Tal es el caso que no me fijo bien en el tráfico que hay a mi alrededor y un tractor está a punto de pisarme, su conductor me dice; que a ese ritmo llegaré pronto a Santiago.
Llego a Estella sobre las 11 de la mañana, la media que llevo es de 6,2 km/h.
En Estella solo paso y me voy directamente hacía Irache, de esto me arrepentiré más tarde, ya que Estella es un lugar especial y mágico, con una historia particular, que merece más tiempo y atención.


-Llevo obsesión por avanzar, por no perder el tiempo, por poner distancia entre mis antiguas amigas y yo, quiero dejarlas atrás y continuar solo, necesito vivir esta experiencia en soledad, sin tener que estar pendiente de nadie, pero sin rechazar otra esporádica compañía.
Quiero pensar en mi madre, en ella que hacía poco que había fallecido, de hecho este camino lo inicié por 2 motivos fundamentales, uno por estar más cerca de mi madre y otro que se lo pedí a Santiago Aposto y que puedo decir con la boca llena - ¡QUE SE CUMPLIÓ!.
En Irache fui a ver el monasterio de Nuestra Señora la Real de Irache, bebí en la fuente del vino, me pareció una idea genial y simpática de ofrecer hospitalidad al peregrino.
En esta fuente coincidí con unos ciclistas alemanes, que veían con demasiado entusiasmo la idea de la fuente del vino. Recuerdo como vaciarón sus cantimploras y las llenarón de este estupendo vino de Irache.
En los jardines de este monasterio me comí un bocadillo que compré la noche anterior, no quería perder tiempo en ir a un restaurante.
Continuo la marcha, pero esta vez a un ritmo más lento, prácticamente ando solo, no coincido ni veo a ningún otro peregrino, paso por los preciosos bosques de Iguzquiza, el cansancio se va acumulando, el calor aumenta, el camino se hace cada vez más duro y sufro cada kilómetro     Me paro a descansar un rato en una sombra bajo un grupo de árboles, pero un pastor con su rebaño de ovejas, me hacen levantarme y continuar.
Antes de llegar a Azqueta y perdido por un monte de Navarra, me encuentro a un hombre solo y nos ponemos a hablar.   Me indica un lugar que no viene en el libro, donde hay una fuente de agua potable y fresca, el último lugar que hay hasta Los Arcos para poder beber.
Son las 15,30 de un día caluroso, continuo solo y con el ánimo muy alto, veo como poco a poco van cayendo los kilómetros y me voy acercando paulatinamente hacia Los Arcos.

El camino pasa por la Fuente de los Moros, me pareció un lugar interesante y al ver las escaleras que bajaban hasta un agua limpia y fresca, no pude resistirme y descendí  meter los pies en ese agua y descansar unos minutos, son las 16:00 y sigue haciendo un calor de justicia.
Al poco llegué a Villamayor de Monjardín, recuerdo poco de esta localidad, pero si el hecho de que me salí del camino y una señora mayor, se asomó a una ventana y chillándome me decía: -peregrino no es por allí, es por esta otra calle-, ¡Gracias señora!, voy demasiado cansado y hace mucho calor para perderme!.
Me acuerdo de mi madre y de sus hermanas, hablo en voz alta con ella mientras que camino totalmente solo y casi siento su presencia, me gusta esa sensación e intento prolongarla lo más posible.
Desde aquí hasta Los Arcos hay unos 12 kilómetros de camino solitario, sinuoso, sin apenas sombrajes, una senda de tierra y polvo, de viñedos, olivos y cereales que se hace interminable.
Veo que el esfuerzo es grande, el calor intenso, pero continuo.
Recuerdo que debido al sol, tuve que taparme con una camiseta enganchada al gorro, la parte trasera de mi cuello, ya que empezaba a enrojecer alarmantemente.
Paso Manjardín y pienso que me esperan unas 4 horas de marcha por una senda totalmente llana, un camino de tierra, de sol, de calor y yo sigo hablando con mi madre.
Me encontré pasada una carretera asfaltada, un pequeño oasis  una zona en penumbra debido a unos chopos y una fuente de agua potable, junto a ella un banco de piedra. Recordé a ese hombre solitario que encontré en un monte perdido de Navarra.


Me refresque, descansé y rellené con agua fresca mi cantimplora, desde aquí hasta el final del camino, no tendría otra opción de encontrar agua.
Coincido en este lugar con 3 jóvenes franceses, uno de ellos es una chica que lo está pasando mal por el calor.
Yo me encuentro cansado pero con mucha euforia y alegría, cae el sol como si quisiera apartarme del camino, pero continuo.
Este último tramo se me hizo interminable, tuve que racionar el agua y la boca se me secó de tal forma que me costaba abrirla para respirar, el calor fue sofocante, el cansancio se iba acumulando y me costaba andar, pero aún tenía fuerzas.
Pasado un rato comencé a sentir unos pinchazos en el pié, se parecía a un esguince, cada vez me dan más seguidos   empecé a pensar que quizás me había pedido demasiado y por ello me había roto, me sentí culpable de forzarme, de no dosificar la ruta y el esfuerzo, me sentí mal por pensar que debido a mi poca previsión, me había lesionado y tendría que abandonar el camino, empecé a dudar si podría llegar a Los Arcos, estaba solo en medio de la nada.
Me tumbé bajo la minúscula sombra de un escuálido y único olivo que había por la zona, me descalcé y me friccioné el pié con la vaselina que llevaba.    Me encontraba mal conmigo mismo y un tanto asustado por lo que significaba lesionarme.
Se me vino a la mente un peregrino de Malta llamado Simón  el con un esguince similar estaba haciendo el camino, ¿porqué yo no voy a poder?
Pasado un tiempo, volví al camino y con mucho cuidado comencé a andar a trompicones y muy despacio, a causa de esto comienzo a notar el inicio de una ampolla en el otro pié. ¡Dios mío! ¿Qué pasa? , continuo cojeando de ambos pies, poco a poco se me van pasando los dolores, estoy cansado, muy cansado pero me encuentro pletórico de felicidad y retomé mi camino con un poco más de calma.
Tengo que parar de vez en cuando, el calor, el cansancio, la soledad, el esguince, la ampolla, la mochilla comienza a pesar, el agua está caliente y me queda poca; ¿donde está el pueblo de Los Arcos?.
Al rato divisé a lo lejos al grupo de franceses, la chica está mal y no podía avanzar, uno de ellos continua y otro se queda con ella,  intentaba animarla.  
 Me quedé un rato con ellos, les dí agua y mucho ánimo, -no los volví a ver más.
Sigo mi camino haciendo paradas y ya sin agua, de pronto tras una curva aparece el pueblo de Los Arcos y suspiro aliviado.   Antes de llegar le doy gracias a Dios y le pido a él  y a mi madre, que el esguince y la ampolla me permitan continuar el camino hasta Santiago de Compostela, al día siguiente no tengo rastro del esguince ni de la ampolla.
El albergue de Los Arcos es bastante grande, con literas, buenas duchas, los hospitaleros son un matrimonio mayor muy afables.
Me ducho, lavo la ropa sucia, descanso algo y a eso de las 20:00 me voy a la misa del peregrino, después de terminar la homilía el cura llama a los peregrinos al altar y nos vuelven a bendecir ¡es un acto entrañable!
La Iglesia de Santa María es enorme, antigua y muy bonita, el suelo aun es de madera muy gastada.
Ceno en el albergue un enorme plato de ensalada variada y 2 vasos de leche, me acuesto rápidamente porque estoy reventado.


A la mañana siguiente pretendo hacer el tramo Los Arcos - Logroño, son unos 28 kilómetros aproximadamente.
Salgo a eso de las 07.00, es una mañana limpia y fresca, ha llovido durante la noche.
Dejo Los Arcos, paso Sansol y busco un bar donde almorzar, pero no hay ni uno solo (es normal en algunos pueblos), continuo hasta Torres del Río, donde en una tienda muy antigua y pequeña que parecía una cueva, compro el típico bocadillo del camino, el bocadillo de jamón y queso, dos manzanas, dos magdalenas u un flan, todo ello por unos 3,10 €, ¡me parece muy barato el almuerzo!.
Sentado en un banco de la plaza, comienzo a desayunar acompañado por un perro que se come casi la mitad del desayuno, me guardo parte del bocadillo para comer al medio día.
Continuo mi camino y me acuerdo del esguince y la ampolla del día anterior y no me duele nada, pero comienza a dolerme la rodilla izquierda, -vuelvo a mosquearme.
El camino es precioso y tranquilo, lo disfruto mucho, aunque tiene muchas subidas y bajadas, lo que se llama un rompepiernas y yo con mi pequeño dolor de rodilla.
Llego a Viana, la iglesia es preciosa, tiene un pórtico maravilloso.   Hay una fuente en la plaza del pueblo y en ella hay un peregrino de galícia que me ofrece vino de una bota que lleva.
Llego al albergue de esta localidad de Viana y en un super próximo me compro una cerveza y dos cuajadas, cerca del albergue hay unas ruinas de un castillo y en el hay un mirador con unas vistas preciosas, me siento en un banco junto a una anciana de unos 80 años, que me cuenta que hace 50 estuvo en Murcia examinándose de auxiliar de enfermería, está soltera y sola.   Me fijo que hay otros ancianos cerca, que no paran de meterse con ella y esta a su vez intentando defenderse, -me siento violento.
Reinicio mi marcha hacía Logroño, aún me quedan unas 2,5 horas de marcha, hace mucho calor y el camino es asfaltado, pintado de color rojo, sin sombraje.   Tengo intención de ver a la señora Felisa y al llegar a su casa la veo durmiendo sentada bajo una sombrilla cerca de un tenderete frente a la puerta.   Felisa es una mujer mayor, vestida de negro, de pequeña estatura, de más de 80 años, desarreglada, lleva una bata negra roída y vieja, su cara llena de arrugas, con algo de barba y bigote, su pelo creo que es de color moreno mal cortado y desarrapado, que vive en una casa que parece una chatarrería.
Llego a su altura y ella no me percibe, de pronto se despierta y me dice: - a sellar, a sellar, a sellar, venga.
Me sella la credencial y me indica que ponga mi nombre y procedencia en un libro registro que lleva.   Me ofrece agua fresca de un botijo y algo de conversación, me indica como puedo llegar al albergue y me despido de ella con una sensación agradable.    La siguiente vez que pasé ya no estaría la señora Felisa, pero continua su labor una de sus hijas.
La entrada a Logroño fue apoteosica, el Ebro, ¡cuanta agua lleva, con la falta que nos hace!.
El albergue es municipal, grande, bien cuidado y con todos los servicios necesarios para el peregrino.
Hablo con Verónica por Internet  - me ha gustado mucho, me ha dado la impresión de que estábamos muy cerca, que no hay 1000 kilómetros de separación, casi me ha dado la impresión de estar en casa los dos, me ha hecho sentirme muy cerca de casa.
Salgo a hacer algo de turismo por esta ciudad, me acerco a ver la catedral, ¡muy bonita!, paseo por unas calles y busco un lugar para cenar, lo encuentro en unos soportales, es el bar "La Redonda".
Al día siguiente 28 de junio, pretendo hacer la etapa  Logroño - Nájera, con un total de 31 kilómetro.
A eso de las 07.00 salgo de Logroño y desayuno en el primer bar abierto que encuentro, la salida de esta ciudad es muy bonita, pues paso por un enorme jardín, cruzo un lago artificial, el camino es fácil y cómodo.


A la salida puedo ver las ruinas del antiguo Hospital de Peregrinos de San Juan de Arce, continuo el camino y me fijo que el infinidad de postes eléctricos están poblados por enormes nidos de cigüeñas.
En algun punto del camino me paro a comer algo y me sorprende un lugar en el que encuentro infinidad de pequeñas torres realizadas con cantos rodados, parece que cada peregrino quiere dejar constancia de su paso por este camino, yo no voy a ser diferente y también dejo mi pequeño montón de cantos rodados.


A eso de las 15.30 llegué al albergue, es grande y acogedor con tres hospitaleros muy agradables.
Cojo una litera, me ducho, descanso un poco y salgo a dar una vuelta por esta ciudad de Nájera, entro en el  Monasterio de Santa María la Real de Nájera, ¡menudo monumento!, precioso, creo que es el más bonito de los que he visto hasta ahora, observo la gran cantidad de tumbas reales, la imponente sillería, la cueva con una Virgen Sedente, etc., en general y para mi - ¡Precioso lugar!
Compro lo necesario para hacerme una gran ensalada para cenar, pero al llegar al albergue, los hospitaleros me invitan a compartir su cena.   Esta estaba formada por unos riquísimos espaguetis realizados por un peregrino italiano que también cenó con nosotros y por supuesto mi ensalada, postre y una animada tertulia.
Al día siguiente 29 de junio, me levanto algo más temprano, ya que noto que voy menos cansado y el sueño es más reparador.   A eso de las 6.30 desayuno 2 vasos de leche y 4 magdalenas.  Comienzo el camino de hoy,  pretendo llegar hasta Redecilla del Camino.
Me junto con un peregrino llamado Juan, es un banquero retirado y con el talón un tanto maltrecho, conversamos y se me hace muy corto esta primera parte del camino de hoy.
Continuo solo hasta Redecilla del Camino.    Es un pueblo muy pequeño con una panadería-tienda y bar todo junto.  El albergue bastante confortable, duchas de agua caliente y sobre todo algo más de intimidad.
Solo estamos 2 peregrinos, Roberto de Zaragoza y yo, decidimos comer juntos y para ello hacemos la compra en común, espaguetis, chorizo, atún, pan, vino y unos dulces de postre.
A la hospitalera le caemos bien y se queda con nosotros un buen rato, comparte un poco de nuestra comida,  creo que lo hace por educación, ya que ella vive y regenta el único bar del pueblo.
Roberto durante la comida, me cuenta el porque de hacer el camino; su padre está mal debido a un cáncer y a un duro tratamiento, hace la promesa de si su padre sale de esta, realiza el Camino de Santiago completo.
Me caé bien Roberto, lo veo una persona noble, agradable, sincera y con profundos sentimientos.   Me acompañará hasta el final de mi camino y pasaremos muchos momentos buenos y algunas experiencias algo especiales que ya comentaré más adelante.
Al día siguiente 30 de junio, pretendo hacer el tramo entre Redecilla del Camino - Atapuerca, con un total de 43 kilómetros. ¡Uffffff, esto ya empieza a ser palabras mayores!!!!!
Aprovechando que somos los únicos peregrinos, decidimos no madrugar y gandulear algo más en la cama, aun así nos levantamos a las 7.15,  desayunamos en el bar, nos despedimos de la hospitalera y vuelta al camino.
Comenzamos fuertes y con muy buen humor, creo que nos caemos bien y nos apetece continuar juntos.   Pasamos Belorado, Tosantos y paramos en Villafranca Montes de Oca en el bar "El pájaro" y me tomo 2 cervezas seguidas, ¡Ah, eso sí! sin alcohol y descanso un rato viendo un trozo de partido de fútbol entre Alemania contra Brasil.   Comenzamos a subir los Montes de Oca, la subida es fuerte y el sendero de tierra, no sé porqué, pero comienzo a sentirme mal, me dan mareos, se me nubla la vista, comienzo a tener un sudor frío, desorientación, mal estar en general, etc.

Veo un lugar con unas mesas y bancos de piedra y decido parar para ver que me ocurre y descansar un rato.
Bebo agua, me quito ropa, Roberto me da unos pistachos que llevaba y poco a poco comienzo a encontrarme mejor.    Creo que lo que me ha dado ha sido una pájara por falta de algo o también he pensado en un corte de digestión, debido quizás a las cervezas muy frías que he tomado un poco antes de comenzar la subida.
Cruzamos los Montes de Oca, es una gran extensión de pinos y robledales que me encanta andar entre ellos y me encuentro tan bien en esos momentos, que le comento a mi compañero de viaje, que siga él, que quiero quedarme solo un rato descansando en este lugar, quiero disfrutarlo solo, andar por el solo.
Me senté en algún lugar y decidí comer un bocadillo que llevaba, me relajé; pasé un rato con mis pensamiento y conmigo mismo muy bueno.



Llegamos a San Juan de Ortega, es un grupo de dos casas, un bar, una tienda, un albergue y una gran iglesia con la tumba de San Juan de Ortega, discípulo de Santo Domingo de la Calzada.


Entramos a ver el albergue, está muy viejo, no tiene agua caliente y la zona es fría, está lleno de peregrinos sin duchar todos amontonados en un gran dormitorio común, el olor es fuerte a sudor, a pies, etc., decidimos continuar camino hasta el próximo albergue, este sería Atapuerca, se encuentra a unos 5 kilómetros y cuesta abajo casi todo.  ¡Fue un acierto!
El albergue es pequeño, de madera, muy bien cuidado, pocas camas, dos duchas de agua caliente y una chimenea, ¡me gusta el sitio!
Después de ducharnos bajamos a cenar al restaurante "La Paloma", un lugar típico, antiguo, con mucho gusto en su decoración, sus gentes muy amables y la comida inmejorable.
Cenamos sopa de ajo, ternera en salsa con patatas, natillas, vino, agua y café, todo ello por 7,5 € ¡Qué más se puede pedir!.
Junto a nosotros se sienta una persona que en un principio pensábamos que era un vagabundo, luego resultó ser "Pepe el peregrino de la Rioja", todo un personaje.     Este lleva, segun nos dice, 17 caminos seguidos y hechos en ambas direcciones y pretende seguir así hasta que se muera en el mismo camino.
Roberto ya se había marchado a dormir y después de hablar un rato con Pepe, vuelvo  al albergue, de pronto comienzo a tener unos fuertes escalofríos, algo que nunca me había pasado, incluso llego a asustarme, pero pronto pasa y no vuelvo a tenerlos.
Me acuesto y duermo estupendamente hasta el día siguiente.



Al día siguiente 1 de julio, planeamos hacer el tramo entre Atapuerca - Burgos, con un total de unos 28 kilómetros, no es mucho pero nos vale como jornada de descanso.
Nos levantamos y vemos que estamos solos e el albergue, todos los demás se fuerón a eso de las 6 de la mañana, ¡qué manía de madrugar!
Aparece una peregrina de Valencia un tanto despistada, la dejamos pronto atrás, queremos llegar al próximo pueblo para desayunar, -no me gusta andar en ayunas.
Es una mañana fresca, hay niebla y al pasar por una gran cruz de madera en lo alto de una montaña, me hago una foto, desde aquí se puede llegar a ver Burgos, pero aun quedan unas cuantas horas de ruta.


Entramos en Burgos por el camino que pasa por Villafría y tenemos que atravesar casi toda la ciudad para llegar al albergue.   Este se encuentra en medio de un enorme jardín en el otro extremo de la ciudad.   Me parece que no está bien, después de llevar andado tantos kilómetros, de ir cansado y con ganas de llegar, tengas que andar casi otras 2 horas para llegar al albergue.
Mi primera impresión es mala y luego lo confirmo.   No tiene cocina, el dormitorio parece un barracón de un campo de concentración, tan solo hay 2 duchas para todos, el conjunto está formado por tres cabañas de madera metidas en este jardín y hace un calor tremendo dentro de ellas.    El lavadero es como un abrevadero para los caballos,  toda el agua sucia de otros peregrinos, va coloriendo por todo el abrevadero hasta salir por un único desagüe.
A estas alturas la rodilla casi no me molesta, a penas me acuerdo de ella, pero la espalda cada vez me duele más, ¡espero que aguante!.
Hoy no ando más, me quedo en Burgos para volver a ver la catedral, el casco antiguo, parte de la ciudad, etc., mañana intentaremos llegar a Hontanas.
En Burgos volvemos a coincidir con Pepe el peregrino de la Rioja, nos tomamos unas cerveza con él y nos enseño toda la ciudad.
 - Nunca más he vuelto a coincidir con él ni a saber nada de él.

A día siguiente 2 de julio, pretendo hacer el tramo entre Burgos - Hontanas, con unos 30 kilómetros.
Nos levantamos a las 7 de la mañana, he dormido mal, ya que me han comido los mosquitos, media hora después ya estamos andando de nuevo, la previsión es de un día de mucho calor, aunque comienza a soplar algo de viento que hace más fácil el andar.
A la salida de Burgos desayunamos, noto que la mochila pesa más de lo habitual, típico paisaje de las llanuras burgalesas, llevo de extra una lata de fabada y otra de sopa, me preocupo porque la espalda comienza a dolerme cada vez más y de vez en cuando noto una serie de pinchazos, no sé si me dejará llegar a Santiago de Compostela.
El camino es fácil, subidas, bajadas, llanuras con plantaciones de trigo que se pierden de la vista, no encuentro ninguna sombra, prácticamente hago el tramo solo, ya que Roberto hoy va algo más despacio.
Me paro a comer algo, un bocadillo de foigras y unos frutos secos, no hay sombra y el sol cae fuerte.   Continuo solo y voy pasando algunos pueblecitos muy bonitos con casas antiguas y con grandes escudos heráldicos, que recuerdan épocas gloriosas.
Veo muchas cigüeñas  águilas, todo tipos de aves, pero no veo el pueblo de Hontanas.   A eso de las 14.40 después de bajar una gran cuesta llego a esta localidad.   Voy muy cansado, me duelen los pies y la hernia.
El albergue es bastante bonito y confortable, fue un antiguo hospital de peregrinos reformado, me ducho, hago la colada y me acuesto a descansar.      Mañana pretendo dejar algo de ropa en el albergue con el fin de quitarme peso, para ello divido en dos la pastilla de jabón, dejaré la rodillera, la linterna y alguna otra cosa, creo que lo que más me pesa es el saco de dormir, pero no lo puedo dejar.
Me entra un pensamiento de tristeza, me acuerdo de mi mujer y mis hijos, pienso que me gustaría que estuvieseis todos aquí conmigo, os hecho de menos y me reconforta pensar en vosotros.
Necesito estar con vosotros, pero no quiero dejar el camino, ¡quiero acabarlo!

A la mañana siguiente día 3 de julio, pretendemos hacer el tramo de Hontanas - Villalcazar de Sirga, con una distancia de unos 46 kilómetros. ¡Muy fuerte, ya veremos!
Esta mañana he madrugado, me he despertado a eso de las 6, la gente comienza a moverse, hacer ruido de bolsas de plástico, a preparar sus mochilas y no hay quien continué durmiendo por muy cansado que estés, de todas formas, ya me despierto a esa hora y me levanto como si nada.
media hora después y aun a oscuras comienzo andar, voy solo aunque delante mía va un grupo de alemanes.   El primer tramo, unas 2 horas, trascurren por campos de trigo, hace algo de frío y comienza a levantarse algo de aire, poco a poco aumenta su fuerza y me dificulta el andar.
Sobre las 8 llego a lo que queda del convento de San Antón.    Unas ruinas impresionantes que tanto la carretera como el camino pasan entre sus columnas.
Llego al siguiente pueblo, es Castrojeriz, un lugar precioso y con varias iglesias, la más importante y no por ello menos bonita, es la Colegiata de Nuestra Señora del Manzano.   Justo al lado hay un bar donde con un café y unas tostadas de mantequilla desayuno, me tomo un antiinflamatorio  pues llevo la espalda hecha polvo.   Estoy preocupado por si en algún momento me da una lumbalgía y me quedo tirado por ahí.


En las proximidades de Castrojeriz cruzo el río Odra por un puente medieval y al poco comienzo una fuerte subida que dura unos 20 minutos aproximadamente, tras la cual hay campos y campos de trigo, paisaje típico de esta zona burgalesa.
Tras cruzar en soledad todas estas llanuras, llego a la ermita de San Nicolas, regentada por unos hospitaleros italianos de la Orden de Malta.
Por dentro es como un santuario templario, pero reestructurado en albergue, 10 camas tan solo.   Me invitan a un café con galletas y tras sellar me vuelvo otra vez a seguir mi camino.   Paso el puente de Fítero que divide Burgos de Palencia y por el cual pasa el río Pisuerga.





A partir de aquí el viento arrecia, pero el camino se hace fácil, es una especie de senda de tierra prensada.   Continuo solo hasta Boadilla del Camino.
Veo el Rollo de Jurisprudencia, lugar donde la autoridad local juzgaba y ajusticiaba a los reos de delitos graves, me cuentan que ahí dejaban atadas a las mujeres que le eran infieles al marido, después de azotarlas.
Continuo hasta la localidad de Fromista, el camino hasta aquí son largos y de rectas interminables  y por supuesto casi sin sombrajes.


Al entrar en Fromista veo un supermercado que me viene al paso y decido comprar una lata de lentejas para comer y un bocadillo para cenar este día.   Mi intención es llegar al albergue y calentarme la lata, comer, descansar algo y continuar mi camino hasta Carrion de los Condes.
Nada más entrar en el albergue y decirle al hospitalero que no me iba a quedar, me dice que no hay cocina y por lo tanto no puedo calentarme la lata, sin embargo ofrecen desayunos en dicho lugar.   Viendo esta negativa y el mal recibimiento que he tenido por el hospitalero, decido comerme el bocadillo.
De mala gana me dejan pasar al comedor y soy vigilado en todo momento por la mujer de este hospitalero.
Después de comerme el bocadillo le pregunto por los aseos, tenía la intención de lavarme los dientes y asearme algo y de mala gana me indica con la cabeza que están en el piso superior.   Me quedo un rato en el patio de la entrada descansando y vuelvo a ser vigilado por el hospitalero, me encuentro muy molesto y violento, así que decido continuar mi camino con la idea de llegar a Carrión de los Condes y  poner una queja en la oficina del peregrino, en el ayuntamiento, no sé, donde pueda.  Finalmente lo hice por Internet y al ayuntamiento e información y turismo de Carrión de los Condes, nunca me contestaron.
La salida de Fromista esta muy bien, hay unos andaderos bien marcados, cuidados, de tierra que hacen fácil el andar por ellos.


A pesar de ello este tramo es de rectas, rectas y más rectas, no hay sombras ni posibilidad de coger agua, la que llevo se me está acabando a causa del calor.
En Villovieco me encuentro con Roberto, que la noche anterior había dormido en Castrojeriz, vemos un área de descanso con una fuente y nos paramos un rato a descansar, continuamos hasta Villalcazar de Sirga, donde acompaño a Roberto hasta el albergue, yo pretendo seguir hasta Carrión, - no tengo muchas ganas de seguir, me apetece quedarme y más con Roberto, pero debo continuar.
La hospitalera es una chica morena superamable, su nombre es Esther, me indica que en Carrión en el albergue no hay cocina, -no me digas más, ¡me quedo!, llevo la lata de lentejas acuestas.   Opto por quedarme en este lugar y desde luego que fue un acierto.
El albergue es la casa del cura, pequeña pero con todo tipo de comodidades y servicios, cocina, agua caliente, etc., las camas son viejas con somieres de hierro pintados en azul y con unas tablas de aglomerado y por encima una colchoneta.
En mi dormitorio nos metemos 6 peregrinos, uno de ellos era una chica extranjera  aunque queremos ser corteses con ella, prefiere y decide dormir en el suelo con su saco.
La ducha cuesta 50 céntimos de euro, después me voy a la cocina y están haciendo una gran olla de macarrones.
Me preparo mis lentejas y dos tomates con sal y aceite, de postre un dulce, ceno estupendamente; el ambiente en el albergue es muy bueno y tanto Roberto como yo nos quedamos hablando con un valenciano, un vasco y Esther la hospitalera.   Tema de conversación, los Templarios, ya que esta villa fue una encomienda templaria.
Antes de cenar, fuí a ver la iglesia que se llama Santa María la Blanca y a participar en una reunión de oración.   Es esta reunión participamos 5 peregrinos, Roberto, un alemán  un Ingles, la hospitalera y yo, todos cogidos de la mano, de pié y entorno a una pila bautismal.
Nos departierón unas cuartillas con las oraciones que debíamos rezar en voz alta, pero a cada uno en su idioma, durante ellas hubo complicidad, aflorarón emociones, etc., pasamos un rato muy agradable y de sentimiento común.
Poco antes de irnos a la cama, una pequeña charla entre peregrinos y la hospitalera y a dormir.    A los diez minutos el valenciano, un tío enorme, alto, grande, con pelo y barba largo, comienza a roncar como una locomotora descontrolada y no paró hasta que se levantó a eso de las 6 de la mañana.   No puedo dormir en casi toda la noche, entre el calor, la locomotora, la cama un tanto incómoda, no pego ojo en toda la noche.




Al día siguiente 4 de julio, pretendo hacer el tramo entre Vilarcazar de Sirga - San Nicolas del Real Camino, con un total de unos 37 kilómetros.
Me levanto a eso de las 6 de la mañana, estoy hecho polvo, no he dormido casi nada, la lumbalgía empieza a notarse más de lo habitual, casi no puedo levantar los brazos para lavarme la cara, no puedo doblarme, parezco un hierro oxidado.    ¡Me preocupa si podré andar este día!
En el albergue hay preparado café con leche y galletas para desayunar, es la primera vez que veo eso en un albergue, me todo dos cafés y unas cuantas galletas, una pastillita para la espalda y me despido de Roberto.
Tiene decidido salir algo más tarde, ya que le molestan las ampollas y está algo cansado, igual me dice, que se queda un día descansando aquí 
El camino hasta Carrión de los Condes es una andadero muy bueno, totalmente llano, fácil de andar por el.   Llego al pueblo y casi lo veo sin pararme, me ha mejorado la espalda y no quiero parar y enfriarme, es una urbe antigua y con muchos monumentos, paso a ver el albergue de las Monjas Clarisas, pero al no haber lugar para comer, decido continuar.
A la Salida de Carrión de los Condes, me encuentro un mercado, decido comprar algo de fruta, melocotones, plátanos y uva.   Continuo andando por una carretera cortada que me lleva hasta Calzadilla de la Cueza, 17 kilómetros sin sombra ni lugar donde descansar medianamente bien, es un andadero fiél y cómodo del camino antiguo y original.
El sol caé a plomo y se me hace un poco pesado andar por este andadero, pero por el contrario voy contento, alegre, feliz, me acuerdo de mis familia y de mi madre, recuerdo que el próximo sábado día 6 habrá una misa en Murcia en su recuerdo y decido ir yo también a misa el sábado en León, si es que llego y si no, donde esté.
Después de casi cuatro horas de marcha interminable y calurosa, donde los peregrinos van cayendo uno tras otro, llego al pueblo de Calzadilla de la Cueza.    Están en fiestas, son casi las 12 del medio día y un pasacalles compuesto por 4 músicos, van llamando a la gente del pueblo para ir a la iglesia, donde habrá un aperitivo después de los rezos.   No veo más de 20 vecinos en la fiesta, van con sus mejores ropas, las más elegantes y nuevas, los hombres con traje de chaqueta, las mujeres con trajes largos de fiesta.
Me invitan a los rezos y al aperitivo  pero deniego la invitación, no voy vestido acorde con ellos y a parte de sucio voy sudado, no me siento cómodo así.
Después de despedirme y darles las gracias por su acogimiento, reemprendo la marcha y lo que me depara son rectas y más rectas de camino.   El sol cae como una losa, llego a Ledigos, veo el refugio, me gusta pero  decido continuar, he quedado con Roberto en el siguiente albergue Terradillos de los Templarios.
¡Son las 15 aproximadamente, tengo bastante hambre y yo andando por estos caminos de Dios, solo y con un sol de justicia!
Con este pensamiento y casi sin agua llego a Terradillos de los Templarios, como todas por esta zona, es un pueblo antiguo, con las casas de adobe y casi sin gente.
Entro al albergue y veo que están de reformas y no tengo sitio, así que decido continuar hasta Shagún.
Antes de salir le dejo una nota a Roberto y me siento en el comedor a comer, ¡no puedo más con este hambre que llevo!
Pido un menú y me ponen: sopa, carne con patatas, huevos, de postre un plátano y una pera, café, vino y pan, todo ello por 7 €.   ¡En estos sitios se come muy bien y por poco dinero!
Después de comer, en el patio del albergue hay un pozo de agua muy fresca y decido llenar la cantimplora y con el agua sobrante meto los pies  para calmar un poco el dolor y bajar el hinchazón.   De lo fría que está, me cuesta meter los pies, pero tras el baño, el descanso y la comida, me quedo relajado y algo soñoliento.
Después de este paréntesis a eso de las 16,15 vuelvo al camino, hace un calor terrible, vuelve a dolerme la rodilla, pienso en la posibilidad de lesionarme de una vez esa rodilla y me cabreo.
Paso algo más de 2 horas andando bajo este sol de justicia, los coches me pasan cerca, los camiones me pitan, me cuesta avanzar.    Llego a un pueblo donde supuestamente no debe de haber albergue, se llama San Nicolas del Real Camino" y observo un cartel que indica albergue y comida, ¡a estas alturas que más se puede pedir! .   Decido entrar en el pueblo para ver el albergue y si está medianamente bien, me quedaría.
Es una casa no muy antigua con 3 dormitorios con camas de matrimonio, baño, cocina, comedor y un patio de césped con una mesa y varias sillas muy cómodas.    Parece ser que era al antigua casa de la maestra, ahora convertida en albergue privado.   Aun así y con mi cansancio decido quedarme, según me dice la señora que lo lleva, está abierto a penas un mes y por ello casi nadie sabe que existe.
Después de una agradable ducha de agua caliente, me siento en el porche a tomarme una merecida cerveza, estoy solo y no creo que venga ningun peregrino.  Me encentro muy agusto y tranquilo, pienso que dormiré estupendamente, sin ronquidos, en una cama grande con sábanas limpias, bien calentito por un edredón.
Ahora están conmigo las hijas de la hospitalera en el porche escuchando la música de la "Oreja de Vangod y jugando a las siete y media.
Le he encargado a la hospitalera un buen bocadillo y algo de melón para cenar, me lo voy a comer en el porche con alguna cerveza y cuando sea la hora a la cama, ¡ya os contaré como he dormido!

Esta mañana del día 5 de julio, pretendo hacer el tramo desde San Nicolas del Real Camino - Burgo Ranero, con unos 25 kilómetros aproximadamente.
Me levanto a las 6 de la mañana, he dormido de maravilla y voy descansado y optimista, pretendo llegar cuanto antes a Burgo Ranero y descansar el resto del día, hoy va a ser una ruta de descanso.
Hora y cuarto para llegar a Sahagún donde desayuno bien y barato, la verdad que estoy teniendo suerte con el gasto de las comidas.
Sahagún es un pueblo bonito y con mucha historia, me hago una foto en el puente de Canto, la foto me la hace una mujer que pasaba por allí y así me ha quedado, cerca de este puente hay una muralla romana, el camino es fácil y bonito, transcurre por unos andaderos.



Llego al albergue, le echo un vistazo y como me gusta, decido como tenía previsto quedarme.
Está realizado en ladrillo de adobe y el techo es todo de madera recubierto de teja.  
Comienza mi día de descanso después de hacer 25 kilómetros, para aprovechar el día decido hacer la compra y me hago para comer una gran ensalada de tomate, atún, zanahorias, cebolla, espárragos  sal y aceite, de postre un dulce típico de este lugar.
Estando comiendo aparece Roberto y otro peregrino que ha conocido que es del país vasco y se llama Joseva, están cansados, tienen ampollas, Joseva va con la rodilla lesionada, la espalda le duele, los hombros también, Roberto va bastante quemado por el sol, vamos que están hechos un cromo y yo no ando mucho mejor que ellos.
Se quedan a comer en un bar del pueblo para continuar después y hacer unos 12 kilómetros más, yo les digo que me quedo y que mañana nos vemos en León, se marchan y yo me voy a descansar.



Durante la comida me ocurre algo muy curioso; en principio estoy solo en el comedor y aparece un peregrino de unos 60 años aproximadamente que es de Madrid y he adelantado por el camino de esta mañana, y me pregunta que si me importa que me lea mientras como.    Le digo que no me importa y pienso que es un chalado, pero pone a funcionar una casete que llevaba con música gregoriana y se me sienta enfrente a leerme  poesías, ¡es demasiado bonito el momento para pensar que es obra de un chalado!.    Termino de comer, cierra el libro, quita la música, me da las gracias y se marcha.
Me acuesto a dormir la siesta y cuando me levanto me encentro con Carlos, un chaval de Madrid que hace parapente y que conocí en el albergue de Hontanas.
A las 20:30 ceno un bocadillo de no sé qué, unas albóndigas de lata como las que le dan a Verónica en los Scout, de postre zumo de melocotón. ¡Hasta Mañana!


Esta nueva mañana del día 06 de junio, pretendo hacer desde Burgo Ranero - Leon, con un total de 37 kilómetros aproximadamente.
 Hoy comienzo el camino a eso de las 6.30, ¡hoy he madrugado mucho! estoy descansado y muy optimista, veo cada vez más cerca el final del camino, cada vez Santiago de Compostela está más cerca.
El camino trascurre por un andadero, pero la llegada a Reliegos se hizo muy pesada y larga, 12.8 kilómetros, llevo la espalda fatal, creo que de un momento a otro se me va a romper, pero voy aguantando como puedo.   Paso por Mansaillas, nada más entrar veo la estatua de un peregrino, me identifico con él (cansancio y bocata).
Veo la iglesia y al cruzar el río me quedo hablando con un hombre del lugar durante unos 20 minutos, hablamos de economía, de inmigración, etc., me despido y continuo hasta el Puente de Villamonte donde almuerzo un bocata, una cerveza, un café y un bizcocho.   Continuo hasta León, un poco antes de llegar me vuelvo a encontrar con Carlos, el chico de Madrid que hace parapente y que conocí en Hontanas, nos ponemos a la par y aceleramos el ritmo para llegar antes, justo antes de llegar y siendo todo asfalto me dá un fuerte pinchazo la rodilla y se me vuelve a fastidiar.


Roberto y Joseva, se han alojado en el albergue de las mojas Carbajalas,  yo por el contrario me quedo en el albergue municipal.
Mas tarde me dí cuenta de que me equivoqué, aunque las camas son mejores, hay mucho más ambiente de peregrino y un trato diferente en el convento de las monjas Cargajalas.
Me ducho, la colada, descanso un rato y a eso de las 5 de la tarde tomo el autobús hasta el albergue donde se encuentran mis compañeros.
Salimos a dar una vuelta por León, vemos su impresionante catedral y en especial sus vidrieras, vemos la iglesia de San Isidoro, ¡preciosa!.  Es una iglesia románica con un postizo gótico, pero aún así es muy bonita.   Pretendo escuchar misa en ella y dedicársela a mi madre.
La misa es a las 19.30 a pesar del cansancio la  escucho con satisfacción.
Después de la misa vuelvo a la zona húmeda de León en busca de mis compañeros y me ocurre un caso que para mi es algo sorprendente.
Llegando a la plaza donde se encuentra la fachada principal de la Catedral de León, me encuentro con unan persona que conocí el año pasado durante el camino en el albergue de Monte do Gozo, el francés que ayudó a la chica italiana a aliviar sus dolencias.
Si recordais el caso, después de más de un año vuelvo a coincidir con él y ahora de turista. ¡Qué casualidad!
Después de cenar y darnos una vuelta por el casco viejo de León, vuelvo al albergue para dormir, aunque me es difícil por el calor y el ruido de los otros 5 peregrinos que hay en mi habitación.





Hoy día 7 de Julio, pretendo realizar el tramo entre León - Hospital de Orgibo, con un total de 37 kilómetros aproximadamente.
Me levanto temprano, a eso de las 06, con el fin de ir a recoger a mis dos compañeros.  Sorprendentemente no me pierdo por Leon, solo, prácticamente de noche y sin nadie a quien preguntar.
Desayuno con ellos en el convento y salimos a eso de las 06.45.
La salida de Leon es larga y fea, pero al final llegamos al pueblo de Virgen del Camino y en este punto había dos opciones, una continuar por carretera o por campo, lógicamente tomamos la segunda opción.
El recorrido es largo pero muy cómodo. Poco a poco van cayendo las horas, hace mucho calor y el sol pega fuerte. De momento la rodilla no me duele, hacemos algunas fotos, aproximadamente a eso del medio día, el camino comienza hacerse largo y pesado. Roberto va descolgado, está cansado, tiene el cuello quemado por el sol y aún tiene ampollas en los pies.




A eso de las 5 y media de la tarde llegamos  al Hospital de Orbigo.    Es un pueblo muy bonito, está bien cuidado, me impresiona pensar la cantidad de peregrinos que han podido pasar por este puente.
Decidimos ir al albergue parroquial, nos habían hablado de él y fué un acierto a medias, ya que a pesar de ser un albergue viejo y curte, tiene un encanto especial y el ambiente de peregrino es muy bueno.
Se nos juntan dos personas, María Lidón de Castellón y un chaval que ahora no me acuerdo de su nombre.    Decidimos ir a comer a un restaurante del lugar, su nombre es "Los Ángeles", está bien, nos sirven la comida en una terraza, se come bien, pero es un pelín caro para nosotros.
Volvemos al albergue y me dedico a realizar la colada y me acuesto un rato, Joseva duerme como un lirón.
Decidimos cenar en el albergue, hago espaguetis para 5, me salen bien y comemos hasta hartarnos.   Cena, un ratito de tertulia y a la cama, tengo sueño y el cansancio hace mella.
A la mañana siguiente día 8 de julio, pretendo hacer el tramo entre Hospital de Orbigo y Rabanal del camino, unos 38 kilómetros aproximadamente.
Como últimamente me levanto a las 6 de la mañana, no se puede seguir durmiendo por el ruido a bolsas y demás que hacen otros peregrinos. Roberto se hace el remolón y se queda un rato mas en la cama, está cansado y no piensa bien esta mañana.
El camino tiene un firme bueno, no es complicado, está bien señalizado, la mañana es fría y nos abrigamos.
Esta mañana nos acompaña María Lidón, en principio la veo rápida andando, así que no sé cuanto aguantará, ya que ha comenzado hoy.
Llegamos a Astorga, Joseva y Roberto no paran para ver la ciudad y siguen camino, yo creo que es un crimen pasar por este bello lugar y no parar para ver su catedral, el Palacio Episcopal de Gaudí, la fábrica de chocolate, etc.   María Lidon y yo decidimos quedarnos y ver todo lo que podamos.



Comenzamos por el Palacio Episcopal de Gaudí, pero está cerrado, es lunes y nos conformamos con verlo desde fuera.
Queremos ver el museo del camino y sorpresa, como es lunes, también está cerrado, finalmente entramos en la catedral de Santa María para ver su interior.
Al salir María se siente en el suelo y se quita las botas y las calcetas, tiene ampollas por todos lados  el cuerpo condolido.
Decidimos segir, pero antes nos sentamos en una terraza a tomarnos una cerveza, compramos unos bocadillos y después de comer y descansar, vuelta al camino.
Hace calor y un sol de justicia.    Pasamos por el cruce de Castrillo de Polvazares, donde se come el mejor cocido de Maragato, decidimos continuar el camino y no desviarnos a esta población.
María a pesar de las ampollas anda a buen ritmo, comienzan a crearse en el cielo unas grandes nubes negras cargadas de agua.      Justo al llegar al cruce de Santa Catalina de Somoza empieza a llover a cántaros, nos caé un buen chaparrón, agua, granizo, relámpagos, truenos, etc., todo lo que cabe esperar de una tormenta en condiciones.
Así llegamos hasta el pueblo de Santa Catalina de Somoza donde nos refugiamos en un bar y aprovechamos para comer algo.
María Lidón está muy cansada, con los pies llenos de ampollas y empapada, por ello decide no continuar y quedarse en el pueblo.   Yo espero a que finalice la tormenta y continuo camino hacía Rabanal del Camino donde he quedado con mis dos compañeros de viaje.
Rabanal del Camino es un pequeño pueblo rural bastante bonito, entro en el albergue de Gaucelmo, me lo ha recomendado Miguel Ángel, presidente de la asociación de amigos del camino en Murcia, y ¡sorpresa!, me encuentro a mis dos amigos haciendo la colada, ¡bingo! en este lugar hay 3 albergues y he acertado a la primera en encontrar a mis compañeros.
El albergue es estupendo, el hospitalero que me recibe es extranjero pero muy amable.   Me dá al última cama que quedaba libre; somos 4 en la habitación, una japonesa que no habla, un padre con su hijo de 12 ños enfermo con fiebre y yo.
Estoy cansado pero hay que comer algo y hacer la colada, vamos a la tienda y compramos una sopa de sobre, lo necesario para una gran ensalada y fruta.
Antes de cenar y en una terrazita nos tomamos unas jarras de cerveza con fanta de limón, aqui lo llaman "Una Pika", esta nos sienta de maravilla.
¡Estoy agusto y disfrutando de cada momento!
Hago la colada y preparo la cena, me quedo satisfecho y después decido ir al bar a tomar un gran vaso de leche caliente, pues hace algo de frío.    Veo un grupo de 4 alicantinos conocidos de otros días y me siento a charlar un rato con ellos.
Me voy a la cama que estoy hecho polvo, me siento bastante cansado y tengo frío, la rodilla me duele al bajar, sin embargo de la espalda voy mejor.
Durante estos últimos días vas conociendo a otros peregrinos, a más gente, te paras a conversar con ellos, algunos han comenzado ese día, otros la jornada anterior, pero todos tenemos algo en común, que es el camino y al hablar con ellos, siento una sensación de veteranía.
Cuando dices que ha empezado en Roncesvalles, ves en su rostro la sorpresa, la admiración y me siento como "el hermano mayor del camino", te ves como un veterano peregrino, cuando de verdad hay gente que lo ha hecho más veces que tú o incluso vienen de más lejos.

De nuevo otro día en el Camino de Santiago, hoy día 9 de julio pretendo realizar el tramo entre Rabanal del Camino - Ponferrada, con un total de unos 32,7 km aproximadamente.
Esta mañana madrugo un poco, me levanto a las 6.15, he dormido mucho y bien, estoy ansioso por salir a andar, quiero llegar cuanto antes a Ponferrada, un lugar que conozco y que a partir de ahí hasta Santiago, ya realicé este camino el año anterior.
Roberto  y Joseva ya han salido, hemos quedado en vernos en el albergue de Ponferrada.
Desayuno en el albergue, ya que nos lo ofrecen gratuitamente los hospitaleros, esto no es muy normal ni habitual en todos los albergues, tomo café, tostadas con mantequilla y mermelada, algunas galletas y les doy las gracias.
La mañana es fría, hay niebla y amenaza lluvia.


Comienzo un camino ascendente entre la niebla y la llovizna, llevo el poncho puesto y la niebla es tan espesa que casi no logro ver a los peregrinos que van delante mio.    Paso la pedanía de Foncebadón y me choca ver una cruz junto a unos contenedores de basura. ¡Qué raro se me hace y me duele a la vista!
Continuo ascendiendo hasta llegar a la Cruz de Ferro, conmigo va una chica de Barcelona llamada Rosa, trabaja en la renfe.
En este lugar tan particular me encuentro con 4 peregrinos de Alicante y nos hacemos algunas fotos.   Me ha gustado mucho esta Cruz de Ferro.


Junto a ella hay una especie de caseta con unos bancos de piedra y me quedo un rato descansando y charlando con un peregrino mayor que está fumado en pipa, me gusta ese olor característico que hecha el tabaco de pipa.
Lanzo una piedra que llevo en la mochila, al montón que hay en dicha cruz, a su vez formulo un deseo y hasta hoy se ha CUMPLIDO.
Rosa y los alicantinos salieron hace un rato, ahora continuo andando solo, -lo prefiero, desciendo por unas sendas muy pequeñas y de tierra resbaladiza.   La niebla se hace cada vez más espesa y la lluvia me cala cada vez más.
El paisaje es de un verde fuerte y húmedo.
Poco después llego a Manjarín, sé por oídas que es un lugar habitado por una sola persona que dice ser el último templario y vive en una especie de cabaña sin luz ni agua corriente y lo ofrece a los peregrinos como albergue.
Escucho el sonido de una campana, al llegar a ella veo que  es el templario que la hace sonar para guiar a los peregrinos hacía su albergue cuando hay niebla.
Me recibe este templario llamado Tomás, su albergue es una covacha realizada de maderos y restos de otras casas.    Todo el es un caos, vende pink, camisetas, gorras, etc., me pone el sello, me ofrece un café caliente y tras comprarle una cruz de Tao continuo andando.


Continuo hacía Ponferrada, la bajada es pronunciada y se me resiente de nuevo la rodilla, esto es debido ha que el camino es muy irregular, con bastante barro y como he dicho anteriormente con mucha pendiente.
Paso el Acebo (foto de arriba) y de pronto me encuentro en mitad de un bosque y de detrás de un árbol con un tronco muy gordo y lleno de recortes de periódicos, fotos, postales, algun que otro rosario, etc., me sale una persona que se me presenta como curandero.
Me dice que tengo problemas de salud, que la rodilla la tengo lesionada y que si quiero me la cura.   Realmente me sorprende que me adivine que tengo la rodilla lesionada, pues voy con una rodillera y también me sorprende que me diga que tengo problema de espalda, tambíen pienso que es fácil de adivinar, ya que llevo una mochila cargada desde hace muchos días.
Me parece un oportunista caradura y le digo que ¡adios muy buenas!
Este bosque creo que le llaman el "El Bosque del Silencio", es un lugar precioso y que da gusto andar por el, veo 4 grades castaños con un montón de años.
Continuo la bajada hasta Molinaseca, es fuerte este tramo, dificil, peligroso y muy abrupto; es fácil torcerse un tobillo en por este camino y más como ya voy con dolor de rodilla y espalda.


La llegada a Ponferrada es fácil y voy directamente al albergue en el que estuve el año pasado. ¡ Me hace ilusión volver a ver algo conocido!
Al llegar me viene a la mente el recuerdo de Simón, el peregrino de Malta que conocí el año pasado.
Llego a eso de las 16,30 aproximadamente y aún estoy con el desayuno de esta mañana que tomé a las 06,30 en Rabanal del Camino y el café con leche que tomé en Manjarín en la choza de Tomás el templario.
He entablado una cierta amistad con un matrimonio de Salamanca, que están celebrando su decimo aniversario, haciendo el Camino de Santiago.
En el albergue me encuentro con Roberto y Joseva, este último va muy mal de la rodilla,  a penas puede ponerse de pié y menos aún andar.
Está pensando en abandonar y volver en tren a su casa.
Decidimos llevarlo al hospital del peregrino, pero viendo la hora que es las cinco de la tarde y aún sin comer,  queremos primero ir a comer algo y después al hospital.
Nos vamos al restaurante "La Obrera", se puede comer caliente a cualquier hora, se come bien y barato.
En este local vivo una experiencia interesante y sin explicación.   Joseva como ya he dicho se encuentra mal, tiene una tendinitis tremenda en el pié izquierdo.   Nos sentamos en el restaurante, estamos solos, llega la dueña, una señora de grandes pechos, recia, muy agradable, con una sonrisa en la boca y al ver el estado de nuestro compañero, le pregunta: ¿quieres que te cure yo?, Joseva le dice: ¿tú puedes? y ella le contesta que sí, siempre que él crea.
Cierro la puerta del comedor, ya que en la barra si había gente y ella quiere total intimidad.
Comienza una sesión de unos 45 minutos, durante los cuales le hace una serie de masajes en el pié, le trasmite un fuerte calor de sus manos al pié.    Más tarde se extrae de los pechos unos cristales con forma piramidal y se los coloca en el pié.
Pasado unos minutos Joseva le dice que siente mucho calor e incluso piensa que va a tener quemaduras.
Después de todo esto y alguna cosita más, salimos del restaurante comidos, con una experiencia única y Joseva totalmente restablecido.   Tal es así que de pensar en abandonar, puedo adelantaros que acabó y muy bien todo el camino hasta Santiago de Compostela.
- Es increíble que Joseva entrara sujetado por nosotros al restaurante y saliera por su pié y pudiese acabar todo el camino restante.
Después de esto, ellos vuelven al albergue y yo decido visitar el Castillo Templario de Ponferrada, la Iglesia de Santa María de la Encina, patrona de Ponferrada.

Durante la visita me llueve y tengo que ver el castillo rápido, decido que en otro camino volveré a entrar y a verlo con tranquilidad y sintiendo esa sensación fuerte pero agradable que estoy sintiendo.
Regreso al albergue, descanso, colada y después salimos a comprar la cena, consistente en un bocadillo de jamón y queso ¡como no! y de postre natillas y unos dulces.
Después de la cena me acerco a la capilla del albergue y realizo junto al cura y algunos peregrinos más, unas series de oraciones y el sacerdote nos ofrece un sermón indicando el sentido del camino de Santiago y el significado de unas pinturas que hay en la cúpula de la capilla.
Luego a descansar y hasta el día siguiente.

Un nuevo día dentro del Camino de Santiago, hoy es 10 de Julio, la idea de hoy es hacer el tramo entre Ponferrada - Vega de Valcarce, con una longitud aproximada de unos 42 kilómetros. ¡uffff!
Me levanto temprano, a eso de las 6 de la mañana y media hora después ya estamos de camino, hay que salir pronto pues la ruta es larga.
Pronto comienzo a ver y recordar todo lo que fui viendo el año pasado, no ha cambiado prácticamente nada.
A eso de las 11 de desayunamos y me encuentro genial pues eso de andar en ayunas no me gusta nada.
Llego sin problemas hasta Villafranca del Bierzo, me ha gustado mucho andar por entre sus campos de viñedos.    Aqui me encuentro con el gordo, creo que americano, que ha dormido en la cama de arriba de mi litera, no sé como ha llegado hasta aqui y antes que yo.    Me ofrece vino que lleva en su cantimplora y seguidamente me voy a ver la Iglesia de Santiago y la Puerta del Perdón.
La iglesia es pequeña y austera, muy lúgubre, fría, etc., al fondo en la penumbra y a la derecha del altar hay una mesa con una chica, que después me dijo que era de Burgo Ranero, su nombre es Ana, es la encargada de  poner el sello en la credencial.
Mientras me pone el sello, me siento en un banco junto a ella, comienzo a hablar, ella solo escucha, empiezo a sentir una paz interior muy gratificante, me siento muy bien conmigo mismo, experimento un bienestar general, me aflora un placer inmenso de estar aquí hablando de cosas mías muy particulares con una extraña, tal es el punto de paz, bienestar, placer, etc., que comienzan a resbalar algunas lágrimas por las comisuras de mis ojos. ¡No lo entiendo, pero me gusta!

Me despido de ella y no recuerdo su cara, ya que apenas la ví por lo oscuro del lugar.
Junto a Roberto y otro peregrino de Madrid, comenzamos la subida hacía el Cerro del Real, la subida es muy fuerte, dura y empinada, tanto que a veces he de ayudarme de las manos para no perder el equilibrio.    Esta es una variante para no pasar por Pereje y evitar el asfalto.



Finalmente llegamos a lo alto de este cerro y el resto del camino es una maravilla, un bosque precioso de castallos, cerezos, etc.   El trascurrir entre ellos es muy gratificante y placentero.
Nos encontramos con un pastor y nos quedamos hablando con él bajo un cerezo y a la vez comiendo su fruto.   Este pastor con su gallado nos sujetaba las ramas mientras nosotros comemos esas cerezas.
Me llevo unas pocas, ya que es casí lo único que he comido en todo el día.
La bajada de este cerro es larga y tortuosa, me vuelve a doler la rodilla pero poco a poco voy bajando.
Nos encontramos con Joseva, que viene solo haciendo el camino de Pereje, ya ha comido y viene fuerte, a esto ya son las cuatro de la tarde.    Un poco después llegamos a Vega de Valcarce, nos metemos en el albergue, este no es muy bueno, pero nos acoplamos.
La cena es a las ocho y no sé que hacer entretanto, -tengo mucha hambre.
Nos sentamos a la mesa 8 peregrinos de varias nacionalidades, al principio todos muy serios y educados, segun va pasando el vino y la comida, el ambiente se relaja y finalmente nos desmadramos todos un poco.
Roberto y yo que hemos empezado a cenar de una forma comedida a pesar del hambre que llevamos, hemos terminado repelando todas las bandejas.    
La cena ha sido estupenda y divertida.   Hemos acertado y satisfechos nos acostamos hasta otro día.


Un día nuevo en el Camino de Santiago, hoy día 11 de julio pretendo hacer el tramo desde Vega de Valcarce - Calvor, con un total aproximado de 48 kilómetros.
Nos levantamos a las 6 de la mañana y decidimos desayunar en el Albergue, nos cuesta 2,50€ y tomamos café con leche, galletas, tostadas, magdalenas, etc., me encuentro fuerte y con mucho ánimo, si no paro me lo como todo.
Pasamos la pedania de las Herreras y comenzamos a subir el alto de Piedrafíta, el día es frío, Roberto no tiene ropa que ponerse para el frío, va en manga corta, aguanta como un jabato, pero veo que está pasando frío.
Nos espera una de las etapas más fuertes y largas de todo el camino.   Hoy subiremos dos puertos importantes y grandes, a esto hay que sumarle los casi 50 kilómetros de la etapa.
La subida la iniciamos y continuamos a buen ritmo, creo que debido al entrenamiento de estos días, la subida la hacemos rápida y fácil.
La vista es preciosa, desde lo alto del puerto hay un paisaje grandioso, todo de un color verde intenso, bosques frondosos, grandes montañas...
Comienza a salir el sol y esto nos ayuda a tener menos frío, ya que a estas alturas la temperatura ha bajado aun más.
Llegamos arriba sin problemas, casi sin cansarnos, más bien diría que hemos subido en un plis - plas.  ¡El año pasado recuerdo que me costó mucho más!


O`cebreiro es un poblado muy bonito y casi totalmente restaurado, todas las casas con techos de pizarra y paredes de piedra.
Paramos en una terracita, casi al final del pueblo y frente al albergue púbico, nos tomamos un café con leche bien calentito.   - ¡Nos clavan, pero no importa!
Comenzamos el descenso y al pasar a la altura del albergue de Hospital de la Condesa, me acuerdo de mi compañero Dols y del viaje del año pasado, me agrada recordarlo.
Volvemos a subir el  Alto del Poio y entramos en el mismo bar que el año pasado.    La dueña comenta que se acuerda de mi y me saluda de una forma efusiva, no me lo creo, pero la dejo hacer.


La bajada hasta Triacastela es larga y bastante dura, la rodilla vuelve a darme el tostón, sin embargo la espalda la llevo perfectamente,  al igual que los pies que tambien se están portando estupendamente, ni una sola ampolla en todo el camino.
La entrada a Triacastela es bonita, vemos un castaño que según un paisano tiene casi 1000 años y 9 metros de perímetro. ¡Es impresionante!



Entramos en la iglesia que se encuentra en medio de un cementerio y todas las tumbas están orientadas hacia ella.
Aqui nos separamos, Roberto y Joseva se van para Samos, no lo conocen y quieren pasar por allí, yo por el contrario decido ir a Calvor por San Xil.


Antes de despedirnos decidimos comer y para ello nos sentamos en una terraza de Traicastela, son las cinco de la tarde y aún estamos con el desayuno.
El camino por San Xil lo hago prácticamente solo, no coincido con ningún otro  peregrino, este camino trascurre entre preciosos bosques, el cielo se ha cerrado totalmente y amenaza lluvia, necesito evacuar ya, parece que no me ha sentado muy bien lo que he comido, -comida de peregrino-, hay unas corredoiras enormes y preciosas, los troncos de los árboles están cubiertos de enredadera y de musgo verde, dá la impresión de que de un momento a otro me van a salir las meigas.
¡Es precioso y mi soledad le dá si cabe aun más encanto!
A medio camino me dá un apretón, llevo casi 4 días sin ir al aseo y no tengo más remedio que buscar un lugar para evacuar, ¡bendita soledad!.
Continuo andando solo, hace viento fresco, parece que de un momento a otro se va a poner a llover, el albergue lo tengo bastante lejos aún, pero el ánimo está alto.
Aunque el recorrido hacía Samos es bonito, este otro por San Xil, no tiene nada que envidiarle, merece la pena venir por este otro sitio y más si es en soledad.
Llego al albergue a eso de las 20.30, todo el recorrido lo he realizado solo ¡Qué bien me ha sentado este tramo!
Este albergue está un tanto aislado y no hay lugar para poder cenar, está un poco descuidado y las camas me dan un poco de asco.
Hago la colada y como no tengo nada que comer y con el fin de no pensar en el hambre, me acuesto a dormir, estoy bastante cansado y hambriento.

Otro día maravilloso amanece en el Camino de Santiago, hoy día 12 de julio, pretendo hacer el tramo entre Calvor y Ventas de Narón, con un recorrido aproximado de 39 kilómetros.

Le levanto temprano, a eso de las 6 de la mañana, solo pienso en tomarme un café y algo para comer, ya que prácticamente estoy con el desayuno del día anterior.
Comienzo pronto a andar, solo pienso en encontrarme una cafetería o bar, pero por este bosque poco voy a encontrar.
Pasado un poco de tiempo veo en un grupo de casas un establo con un cartel que invita a tomar un café caliente a los peregrinos.   Allí que entro y me tomo ese café con un trozo de bizcocho, no sé ve a nadie, no se pida nada, no cuesta nada; me lo tomo y le doy las gracias a quien halla puesto este magnífico café en mi camino, -me hacía falta.
La mañana es fría, hay niebla, el cielo está encapotado y amenaza lluvia.   Paso Sarria, comienza a llover y no para hasta la tarde.
Llego a PuertoMarín, el pantano tiene muchísima más agua que el año pasado, el puente que lo cruza es enorme y la lluvia arrecia.
Me acerco a ver la iglesia y hacer tiempo para ver si para de llover, pero mi gozo en un pozo, tan solo por 10 minutos no he podido entrar y verla, de todas formas me acuerdo de ella del año anterior.
Me tomo un par de zumos y continuo mi marcha.
En el kilómetro 99,5 para llegar a Santiago, me encuentro un bar, más bien parecía una cabaña de madera y vuelvo a desayunar en condiciones, me siento, me pido un tazón de café con leche, un buen trozo de bizcocho y me relajo comiéndomelo.
Pasado Portomarín comienzo a sentirme cansado, llevo casi 40 kilómetros después de los 50 del día anterior, parece que nunca llegaré al albergue, cada vez estoy más cansado y me cuesta más avanzar, las paradas son cada vez más cercanas unas de otras, el sol pica, me duele todo; me pregunto que tal les irá a estos dos.
¡Por fín llego al albergue!; hago la colada, aun tengo que esperar hasta las 21.45 para poder cenar.
Estos llegan junto a Nacho un abogado madrileño, que nos acompañará algun tiempo.
Cenamos y a la cama, no puedo más, estoy reventado.

Hoy día 12 de julio pretendo hacer el tramo entre Ventas de Narón y Ribadixo de Abajo, con un total de unos 39 kilómetros.
Toque de diana a las 6 de la mañana, Roberto y yo nos hacemos los remolones y nos levantamos a eso de las 6,30 cuando todos ya se han marchado.
Esta mañana   tengo que hacer verdaderos esfuerzos para levantarme, estoy realmente cansado y por esto no me dá tiempo a tomar algo para desyunar.
Comenzamos a caminar entre pueblos pequeños y perdidos, pueblos con pocos habitantes, con calles adoquinadas y algunas otras empedradas y muchas de ellas llenas de excrementos de vaca, hay que ir con mucho cuídado para no llevarse un recuerdo en el calzado.
Paramos en algun lugar a tomar algo y alguien nos invita a un bocadillo de tortilla de patatas con perejil, Roberto y yo continuamos juntos, Joseva y Nacho ya hace tiempo que no les vemos.
Entramos en un lugar a descansar y beber algo, en este lugar conocemos a dos chicas, Iluminada y la otra no recuerdo su nombre.
Continuamos la etapa y llegamos a Melide. Buscamos y entramos en la pulpería Ezequiel, ¡como no podía ser!; es la misma que estuve con mi compañero Dols el año anterior, nos comemos un plato de pulpo gallelgo, patatas cocidas, un pan de horno riquísimo, una jarra de vino Ribeio de un color blanquecino turbio, después dos tazas de café de olla con orujo y un trozo de bizcocho.
Pillamos un punto muy bueno y agradable.


Decidimos continuar el recorrido y al salir; ¡sorpresa!, nos encontramos en las mesas de afuera a Joseva y Nacho, con su ración de pulpo gallego. - Los cuatro en el mismo sitio tomando lo mismo y no nos vemos -
Poco después llegan y se quedan con nosotros las 2 chicas que conocimos en el desayuno, nos quedamos todos juntos y pasamos un buen rato.


Artos de comida y vino seguimos nuestro camino, se nos ha hecho un poco tarde y hay posibilidad de no encontrar cama en el siguiente albergue, así que aceleramos el paso y conseguimos esa ansiada cama, pero por poco.
Ducha, cena y una buena charla, despues de ello a dormir.    Nos encontramos un poco nerviosos, ya que es la penúltima etapa que nos queda para llegar a Santiago.

Esta mañana 13 de julio pretendo hacer el tramo entre Ribadixo de Abajo y Monte do Gozo, con un total de unos 35 kilómetros.
Como todas las mañana dejamos salir a los pereprisas (peregrinos con demasiada prisa en llegar al siguiente albergue), así que nos levantamos a eso de las 7 y poco después ya estamos andando.
Pretendo llegar hasta Monte Do Gozo para al día siguiente entrar descansado, limpio, sin prisas, etc., a Santiago de Compostela.


Tengo ganas de llegar, empiezo a tener ansiedad por finalizar este camino, ya llevo muchos días y comienzo a tener ganas de volver a mi casa y ver a los mios.
Comenzamos un continuo subir y bajar para salvar los arroyos que nos encontramos a lo largo de este primer tramo.    La etapa se me hace cómoda por su belleza, con largas pistas forestales que discurren por bosques de eucaliptos, avanzo rápido y voy adelantando a bastantes peregrinos; -se nota que estamos llegando a Santiago y que estamos dentro de sus últimos 100 kilómetros, que es lo mínimo que se debe de hacer andando para optar a la compostelana.


Me gusta el paso por el aeropuerto de Labacolla, que siento un rato a comer unos frutos secos que llevo y a ver como pasan muy cerca de mi cabeza, los aviones que despegan.


La ruta se me pasa rápido y pronto llego a Monte do Gozo.   Lógicamente foto en el monumento en recuerdo de la visita del papa Juan Pablo II, pasamos la Iglesia de San Marcos y llegamos al albergue.
Ya estuve el año pasado en este lugar, pero aún así no deja de sorprenderme su vista, me recuerda a un campo de concentración, un lugar cercado lleno de barracones todos alineados.
Joseva, Nacho y Roberto continuan hasta Santiago, quedo con ellos para mañana y me quedo a descansar.

Me voy a comer a un restaurante cercano llamado Suxo, un lugar donde comí muy bien y con las 3 B, Bueno, Bonito y Barato (si indicas que eres peregrino).  
Compro algo de fruta para cenar y me voy a tumbarme a un prado que hay cerca de la cafetería, que se encuentra en alto y además tiene una cierta pendiente, me acuesto sobre el césped y viendo las torres de la catedral, presencio un precioso atardecer y su posterior ocaso.
Ceno, recojo y preparo la mochila para salir mañana a la hora de siempre.

Al día siguiente 14 de Julio, a pesar del cansancio me despierto por si solo y me incorporo en la cama como un resorte que salta, de un salto salgo del saco y mi cabeza comienza a trabajar:
¡Hoy es el gran día!
¡Hoy es el día de llegar a Santiago!
¡Hoy es el día en el que abrazaré a Santiago apostol!
-Es el día en que le daré las gracias por dejarme llegar hasta Santiago, todos las noches se lo he pedido y él finalmente me lo ha concedido.
¡Hoy es el gran día!
¡Hoy es el día en el que pisaré la loseta del final de este camino de Santiago!
¡Hoy es el día en el que finalizaré mi primer camino de Santiago completo!

Han sido 774 maravillosos kilómetros, 22 días irrepetibles, amigos para siempre, infinidad de experiencias y miles de sensaciones.

Me ducho, recojo la mochila y me voy a desayunar al ser servis, un restaurante que por 3 € puedes tomar un explendido desayuno. ¡Bueno; el zumo no era natural!
Me despido del hospitalero y comienzo a descender por la carretera en dirección a Santiago de Compostela.
Esta distancia que apenas llega a 5 kilómetros, es la etapa más "gozosa" de todo el camino.   Es un tramo urbano en su totalidad, un tramo en el que la mochila no pesa, no hay dolor en los piés, no sientes las ampoyas ni el cansancio de tantos días y tantísimos kilómetros, y por supuesto, no te encuentras triste en este tramo, la alegría y el júbilo por estar a las puertas de Santiago de Compostela es inmensa, parece que los pies vuelan.
La emoción y los sentimientos que me embargan son indescriptibles, atrás quedan los días de cansancio, de dudas, de lucha interna entre seguir o abandonar, de dolores de pies, de espalda, de mareos, de malos y buenos albergues, de problemas, de hambre, etc., todo eso ya no existe, no ha existido, ahora solo quiero llegar a la plaza del Obradoiro y contemplar esa increíble y majestuosa catedral que custodia los restos del apóstol Santiago.
Llego a la par que otros peregrinos a la ciudad, nos seguimos unos a otros para llegar a la catedral, pero por el rabillo del ojo buscamos intuitivamente esa flecha amarilla que nos ha acompañado durante todo el camino.
Igual que la vez anterior, en el primer contenedor que me encuentro deposito mi bordón, ese palo que me ha ayudado y acompañado durante todo el camino, ese palo que ha oscurecido su color debido al sudor de mis manos, al polvo del camino y al tiempo pasado juntos.


Buscando las agujas de las torres de la catedral, me acerco a ella por la calle de la Azabachería, rápidamente me encuentro en la plaza de la Inmaculada, ahora tengo ante mi sus torres y parte de la fastuosa catedral de Santiago, me refiero a su facha norte.
Esta fachada descrita en el Códex Calixtino del siglo XII como "LA PUERTA DEL PARAISO", no solo por su belleza, sino porque representaba la historia de Adán y Eva.


Para mi,  sí que es la entrada al paraíso; me embarga un entusiasmo fuera de lo habitual, una inmensa alegría, una ansiedad que incluso acelera el ritmo de mi respiración.
A pesar de que ya he estado en la plaza del Obradoiro, siento verdaderas ganas de llegar a ella y volver a experimentar la sensación placentera de su contemplación.
Bajo por unas escaleras, me introduzco por una especie de calle muy estrecha y techada,  hay alguien que toca un instrumento y su sonido reverbera por toda la calle y dentro de mi cabeza. ¡Me gusta que esta música me acompañe en el final del camino!
Llego al final de esta calle estrecha y comienzo a girar hacía mi izquierda, empiezo a entrar en la maravillosa plaza del Obradoiro.  
Una explosión de luz me deja por unos instantes sin poder ver nada, en este momento la ansiedad me llena, el entusiasmo me desborda, la paciencia se acorta.    Poco a poco mis ojos comienzan a acostumbrarse a esa intensidad de luz y muy despacio va apareciendo ante mi esa fantástica plaza del Obradoiro.







Me quedo quieto durante un tiempo, no sé cuanto, pero quiero empaparme de todo, quiero que no se le  escape ningun detalle a mi retina, recoger en mi memoria todos y cada uno de los momentos, quiero vivir intensamente los sentimiento que afloran, sentir la explosión de mi cuerpo,  la piel de gallina, los pelos de punta, el estómago encogido, la boca seca, un nudo en la garganta, mis ojos comienzan a emborronarse, experimento una explosión de sentimientos dentro y fuera de mi.


Una vez que logro recomponerme y volver en mi; despacio, muy despacio voy hacía el centro de la plaza del Obradoiro.   Sé que hay multitud de gente, pero ni la veo ni me molestan, zigzagueo entre ellos y llego a la loseta que indica el final del camino.     Me coloco sobre ella y aún sin quitarme la mochila me giro muy lentamente hacía la fachada principal de la Catedral de Santiago de Compostela.

¡Allí está, esperando mi regreso!

La emoción y los sentimiento que ahora me embargan, no se pueden descirbir, atrás queda la dureza del camino y todas sus vivencias. ¡NADA ES COMPARABLE CON EL CAMINO DE SANTIAGO!







... dicen que quien hace el Camino de Santiago y lo siente, volverá otra vez.